¿Qué es una conducta autodestructiva?
Una conducta autodestructiva es cualquier acto o actitud con la que nos hacemos daño a nosotros mismos. El sentido común nos hace pensar que siempre vamos a querer y a perseguir lo mejor para nosotros, sin embargo, este tipo de conductas son mucho más comunes de lo que nos imaginamos y aparecen en todo tipo de personas, hombres y mujeres de todas las clases sociales, personas de la tercera edad y sí, también en niños.
Estas conductas pueden ser muy variadas tanto en la forma como en la gravedad, siendo la más severa de todas el suicidio. No obstante, no todas son siempre evidentes e, inclusive, hay algunas que pueden ser “aceptadas” como fumar o tener un peso poco saludable. En el caso de los niños también pueden presentarse de distintas formas, y muchas veces pasan desapercibidas, son interpretadas como “accidentes” o “deseos de llevar la contraria”; es el caso, por ejemplo, de un niño que se rompe un brazo antes de ir a un campamento escolar o una niña que comienza a sacar malas calificaciones cuando carece de un problema de aprendizaje.
Ahora bien, es importante destacar que el deseo (o más bien la necesidad) de dañarse a sí mismo puede ser consciente o inconsciente, es decirla persona aparentemente no busca hacerse daño e, incluso, es incapaz de percatarse de lo que está haciendo. Una persona que intenta suicidarse o que se autolesiona lo hace de forma consciente y deliberada para, por ejemplo, aliviar el dolor emocional. Por otra parte, para un preadolescente con un trastorno de alimentación o que bebe alcohol en exceso, el “deseo” de dañarse es inconsciente.
En el caso de niños más pequeños es común que la necesidad de lesionarse sea inconsciente. Como ejemplo están las conductas compulsivas: Un niño que se muerde las uñas o se rasca una y otra vez una costra o una cicatriz. Posiblemente desea dejar de hacerlo y muy probablemente los adultos a su alrededor lo regañan y reprenden… y, sin embargo, no puede dejar de hacerlo. Otro caso similar ocurre cuando un niño se junta con compañeros que lo dañan, lo intimidan o lo golpean, pero es incapaz de ponerles un alto y sigue buscando su compañía. Otras veces estos actos pasan desapercibidos y se catalogan como accidentes o descuidos.
¿Cuáles son las causas de este tipo de conductas?
Debemos tomar en cuenta que no todas las conductas autodestructivas tienen la misma razón de ser; inclusive, una misma acción puede tener un significado distinto para una persona que para otra. Lo que sí es común en todas ellas es que buscan expresar -de forma inadecuada y dolorosa- un gran sufrimiento. Comúnmente escuchamos la frase “a ese niño no le pasa nada, sólo quiere llamar la atención”. Por supuesto que busca decirles algo a los adultos que lo rodean y lo cuidan. Más que un simple “querer llamar la atención”, es una “llamada de ayuda”, para comunicar algo que no pueden resolver pero que tampoco pueden expresar con palabras.
Varios estudios muestran que este tipo de conductas se presentan más en niños que son víctimas de violencia familiar en casa (ya sea que la sufran directamente o sean testigos de ella). No obstante, este no es el único escenario en el que los niños recurren a estos actos; como se dice popularmente, esto puede suceder “hasta en las mejores familias”. Otras situaciones en que se presentan estos actos son en niños con depresión, o cuando se vive una situación difícil en casa: peleas constantes de los padres, preocupaciones económicas, alguna muerte o separación significativa, entre otros.
En muchos casos el niño que se lastima a sí mismo trata (inconscientemente) de “pagar una culpa”. Por ejemplo, es común que los niños se sientan responsables del divorcio de sus padres. Siguiendo este mismo ejemplo, es posible que el niño recurra a una conducta autodestructiva, suponiendo que así sus padres tendrán que quedarse juntos para cuidarlo.
¿Qué hacer para enfrentarlo? ¿Cómo manejarlo?
Para detectar si existe o no una conducta autodestructiva algunos de los signos son: un cambio en el estado de ánimo, pocas ganas para ir a la escuela, una baja importante en las calificaciones, cambios en la forma de dormir y de comer (hacerlo de más o de menos), “rebeldía” y faltas a la disciplina, cicatrices y cortadas frecuentes, robo o delincuencia, entre muchas otras.
Es importante no dejar pasar este tipo de conductas, ya que lejos de desaparecer por sí solas, suelen aumentar tanto en intensidad como en frecuencia. Algunos pasos a seguir son los siguientes:
Abordar el tema con calma y con sensibilidad: El niño necesita sentirse escuchado y comprendido, no juzgado y regañado.
Abrir un canal de comunicación para que el chico pueda expresar cómo se siente.
Recuerda que esto no lo hace “por molestar” ni depende únicamente de su fuerza de voluntad.
Predica con el ejemplo: Transmite al niño formas sanas de manejar la ansiedad.
Busca ayuda profesional: Un espacio de terapia emocional puede ayudar a comprender el origen de estas conductas y finalmente, resolverlas.