La depresión al inicio de año y como consecuencia de las fiestas decembrinas, es más frecuente de lo que se cree. Sobre todo ahora en el 2009, que se ha declarado una crisis económica mundial con consecuencias que afectan tanto al bolsillo como lo emocional.
Mucha gente piensa que las fiestas de fin de año son momentos de felicidad porque se reúne la familia; “cuando en realidad se enfrentan a circunstancias contrarias, al darse cuenta que están solas, se deprimen”, advierte la psicoanalista Alejandra Plaza Espinosa.
“Esta es una época de reevaluación de los logros y cosas que se obtuvieron a lo largo del año. Sin embargo, algunas personas perciben que no obtuvieron lo que esperaban, que fue un año difícil, de tal manera que se sienten frustradas y entonces viene la depresión”.
Esta situación, dice, podría considerarse como normal, porque la mayoría de las veces no se alcanzan los propósitos que nos trazamos al principio de año. “Cuando ya hay una serie de promesas que año tras año no se logran, entonces se incrementa esta sensación de frustración, que cada vez va siendo mayor al punto de que sienta que no hay muchas alternativas para seguir adelante”.
Las separaciones de pareja o divorcios
Estas situaciones también son difíciles de enfrentar, son de las pérdidas más fuertes. Entonces si a final del año, la persona siente que la familia no está integrada, esto se vuelve una tristeza.
Perdida del trabajo
“El sentir que en un momento dado en lugar de tener una estabilidad económica que ayude sobrevivir a la cuesta de enero, no se tiene trabajo para enfrentar la crisis, eso también puede desalentar a la persona”.
Lo más extremo en una depresión
Lo peor en las depresiones es que se piense en el suicido; por ejemplo: cuando ha habido pérdidas significativas de personas queridas, se recrudece el dolor durante las reuniones de fin de año y se llega a pensar que ya no tiene sentido vivir.
Los valores internos nos ayudan a enfrentar una crisis
Para que haya una situación de depresión severa debe de haber un factor interno, pero los factores externos van siendo los desencadenantes, como si fuera el gatillo que dispara la situación de depresión y de suicidio.
“Ante las adversidades, si la persona tiene una fortaleza interna y tuvo una serie de vivencias que lo llenaron de gratificación interna, seguridad, de confianza, tendrá los recursos suficientes para que en el momento de una crisis pueda enfrentar la realidad.
Si es así, si tenemos ciertos valores internos, podemos pensar: “Bueno, económicamente me va mal pero tengo a mi familia que me da seguridad y nos queremos”, así se tendrá la confianza de que vamos a salir adelante.
Tomar las riendas de la vida
Los adolescentes son un grupo en riesgo, porque viven un periodo de cambio. Se alejan de la familia y buscan a los amigos, quienes no les dan el respaldo emocional que necesitan. Se cuestionan todo y si no encuentran respuesta, entonces se desaniman.
“Otro grupo vulnerable son las personas de la tercera edad. Que se sienten muy solas, que han visto que mueren sus seres queridos o que hubieran esperado vivir otra tipo de cosas. Llegan al final y se dan cuenta que ya no hay mucho por hacer, que no experimentaron lo que hubieran querido vivir; estas son situaciones depresivas que en ocasiones los llevan al suicidio o a dejarse morir. Se van descuidando o su familia también ya no los cuida, son un grupo muy vulnerable.”
Por eso, las personas antes de llegar a la tercera edad debemos tomar las riendas de nuestra vida para decidir que experiencias quisiéramos vivir. Hay que planear cosas concretas para lograrlo, podemos hacer una lista de lo que deseamos hacer antes de morir, y ¡hacerlas!, porque todos nos vamos a morir pero no sabemos cuando.