El fracaso es comúnmente definido por la sociedad como la falta de éxito en alguna tarea o situación concreta. Esta definición lleva implícita un sentido negativo; no obstante, el fracaso puede resultar una experiencia bastante enriquecedora y de profundo crecimiento personal e, incluso, grupal, por lo que no lo consideraríamos como una pérdida, sino como el detonante o motivación para aprender de nuestros errores. Partiendo de este punto de vista, el fracaso no sería el final definitivo de una experiencia, sino el inicio de otra que permitirá al sujeto realizarse.
Por todos es sabido que hoy en día las empresas están realizando ciertos “reajustes” a la hora de seleccionar el perfil de su personal. Antiguamente, se consideraba que un buen profesionista era aquel individuo que había tenido siempre un desempeño académico aceptable y no había “tropezado” con ningún fracaso. Hoy en día, las empresas buscan a aquellos individuos que afrontaron adversidades y las superaron, ya que se considera que es más apto el que logra encontrar la solución a los problemas.
Si bien el fracaso tiene un componente positivo, como ya lo hemos mencionado, cabe señalar que puede ir acompañado de varias reacciones emocionales, tales como frustración, ira, tristeza, etc. Estas emociones varían en grado de aparición e intensidad, de acuerdo con la personalidad de cada quien.
Algunas de las principales reacciones en torno al fracaso, son las siguientes
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• Las personas obsesivas o perfeccionistas tenderán a vivir el fracaso como una falla muy grave, mostrándose muy severos consigo mismos e, incluso, podrían llegar a experimentar la necesidad de auto castigarse. Mientras más profundamente se vive la herida del fracaso, más les costará reponerse.
• Los individuos con una personalidad depresiva, tenderán a vivir el fracaso como una constante en su vida, mostrando dificultad a la hora de apreciar sus propios logros. Presentan cierta predisposición al fracaso, situación que se origina a causa de una sugestión de su parte. Estas personas pueden experimentar el fracaso con tal intensidad que pueden recurrir a lastimarse a sí mismas, a causa de la desesperanza que llegan a sentir.
• Existen también personas que presentan fobia o miedo excesivo al fracaso, las cuales evitan situaciones que, para ellos, son de riesgo y frecuentemente, llegan a generalizar este sentir, viviendo todas y cada una de las situaciones a las que se enfrentan como si fueran de riesgo. Es por ello que se vuelven pasivas en extremo y temen experimentar nuevas vivencias.
A las personas que experimentan este tipo de reacciones se les recomienda dar inicio a un proceso de trabajo personal, a nivel psicoterapéutico, con el fin de poder adquirir herramientas que les permitan afrontar de forma más adaptativa las dificultades que pueden enfrentar en la vida
La persona “sana”, por el contrario, experimentará frustración, tristeza o enojo, pero no se dejará dominar por estas emociones, se dará la oportunidad de vivirlas, buscará la forma de superarlas.
Es importante estar conscientes de que el fracaso es parte de la vida y no podemos evitarlo. cada una de las decisiones que tomamos conlleva el riesgo de no arrojar el resultado deseado ; no obstante, no podemos permitir que el miedo al fracaso o al error paralice nuestras acciones, ya que esto nos podría llevar a actuar de forma pasiva en la vida, convirtiéndonos en meros espectadores de nuestra propia historia y dejando de ser partícipes y creadores de la misma.
Si cada uno de nosotros nos permitiéramos observar y analizar nuestros errores, podríamos aprender de ellos y encontrar formas alternas para dar solución a nuestros problemas. Esto implica profundizar en el conocimiento de nosotros mismos, en torno a las habilidades y capacidades con las que contamos, pues aquellas personas que tienen poco conocimiento de sí mismas dudan de su capacidad a la hora de enfrentar los retos y viven el fracaso de una forma más angustiante, al considerar que no tienen las herramientas para afrontarlo.
Después de todo…
“Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender”.
-Charles Dickens