Actualmente la obesidad es uno de los problemas más comunes en la sociedad. El exceso de peso en las personas no sólo tiene consecuencias médicas importantes sino que también conlleva problemas serios en la salud emocional, ya que frecuentemente se ven afectadas en el ámbito psicológico, social y laboral, desencadenándose así una serie de conductas y actitudes que son una reacción ante ella, y que provocan en el individuo un sentimiento de malestar e insatisfacción general.
Asimismo, en el ámbito social, la relación de pareja se puede ver afectada en distintas formas pero, principalmente, a nivel de interacción, comunicación y sexualidad. Todas estas formas son consecuencia directa de los efectos psicológicos que la persona obesa experimenta y éstos a su vez repercuten en la relación de pareja.
Desde el punto de vista psicológico las personas con sobrepeso habitualmente presentan baja autoestima, así como sentimientos de miedo, vergüenza, inseguridad, tristeza, infelicidad, ansiedad, depresión, pérdida de la autoconfianza y aislamiento, entre otros. Todo ello provoca que tenga severos problemas para interactuar y relacionarse con los demás y, más aún, con la pareja, ya que si uno mismo no se siente bien consigo mismo, ¿cómo va a estarlo con los demás?
A la persona con sobrepeso le puede resultar difícil relacionarse con su pareja en muchos aspectos; por un lado, a nivel de convivencia, presenta barreras a la hora de comunicar sus sentimientos, deseos y necesidades, y por el otro, a nivel de intimidad, le resulta incómodo y vergonzoso su propio cuerpo. Además, desde el punto de vista meramente sexual, la obesidad por sí misma suele reducir la efectividad de las hormonas sexuales y, por ende, disminuye el desempeño y el deseo sexual. De esta manera se puede decir que la imagen corporal interfiere de forma importante en la entrega, en la actitud y en el comportamiento sexual. Todo lo anterior puede suscitar constantes discusiones, problemas de comunicación y distanciamiento.
En este sentido, no sólo le resulta difícil a la persona con sobrepeso relacionarse con su pareja, también el cónyuge puede verse afectado por la obesidad de la persona.
La contraparte tiene que lidiar con los usuales cambios de ánimo, aislamiento, baja autoestima e inseguridad de la persona obesa y esto lo puede llevar a un estado de confusión.
Asimismo, puede ocurrir que la persona se sienta descontenta o incómoda directamente con el cuerpo de su pareja (por simple estética o por no coincidir con los ideales que tiene con respecto al cuerpo del otro) y/o intolerable ante las conductas y actitudes de su pareja obesa. Incluso, puede estar preocupado, o bien, inconforme con la obesidad del otro por cuestiones de salud médica.
Normalmente, la pareja no sabe cómo afrontar la situación ni cómo manifestarle al otro su descontento o su apoyo en esta circunstancia y le puede resultar difícil y/o incómodo hacerlo, por lo que Si se dificulta el diálogo entre ambos y resulta imposible tocar el tema, es recomendable tratar de animar al otro para realizar algún tipo de actividad en conjunto; por ejemplo, destinar una hora del día para salir a caminar, ir a alguna clase que requiera de esfuerzo físico y/o movimiento corporal, aprovechando este momento también para estar juntos.
De igual forma, se puede abordar el tema por el lado de la salud y lo importante que le resulta al otro que la pareja se encuentre bien, tanto física como emocionalmente.
Poder hablarlo de manera directa y con franqueza puede ayudar, siempre y cuando sea con mucho tacto, para expresarle a la pareja obesa su sentir.
No obstante, independientemente de cómo se afronte el problema, es importante tomar en cuenta que la comunicación respetuosa es crucial. Recordemos que la comunicación es la base de toda buena relación y que el respeto se basa en el aprecio de la dignidad del otro. Respetar al otro implica entonces pensar primero en su beneficio. Por tanto, una comunicación respetuosa, ya sea verbal o no verbal, por parte del otro será vital para que la pareja obesa comprenda de mejor manera la preocupación o descontento del otro, sin sentirse herido.