El estrés puede clasificarse en tres tipos: emocional-físico, agudo y crónico. El primero tiene un impacto negativo directo en el corazón y en el sistema vascular; el agudo, sucede repentinamente y puede tener un impacto menor; el crónico, está relacionado con los niveles altos, durante mucho tiempo, de la hormona del estrés llamada noradrenalina, conocida también como adrenalina, que puede afectar al organismo cuando su elevación es alta de forma crónica y se ha asociado con el desarrollo de hipertensión arterial, de infarto del miocardio (corazón) y de insuficiencia cardiaca, entre otros.
En muchas ocasiones, la gente maneja múltiples situaciones intensas o negativas en el campo profesional, personal, familiar o social, esto sumado al ritmo acelerado de vida, malos hábitos alimenticios, pocas horas de sueño y problemas cotidianos, hacen que las personas releguen a segundo término su salud, afirma la especialista en cardiología Alejandra Meaney Martínez, quien agrega que se pueden tomar ciertas acciones sencillas pero de alto impacto:
Diez acciones contra el estrés
Los expertos recomiendan múltiples acciones contra el estrés y, con éstas, ayudar en lo general al organismo y, en particular, al corazón.
- Practicar algún ejercicio dinámico (caminata, trote, carrera, baile, bicicleta, etc), por lo menos 30 minutos diarios y cinco días a la semana. El ejercicio ayuda a disminuir los niveles de noradrenalina, combatir el sobrepeso, la obesidad, el riesgo de desarrollar diabetes mellitus e hipertensión arterial e incrementar la capacidad cardiopulmonar.
- Dormir de 6 a 8 diarias, evitando ver televisión o cenar tarde previo a acostarse. Ya que al dormir el organismo realiza múltiples actividades de recuperación.
- Cuidar el consumo excesivo de ciertos tipos de alimentos: reducir los carbohidratos, grasas y azúcares simples, favoreciendo el consumo de vegetales, frutas, fibra y agua natural.
- Realizar alguna actividad lúdica con amigos, familiares o gente agradable y positiva.
- Evitar el consumo de alcohol, de cigarros o drogas psicotrópicas.
- No llevar a casa problemas del trabajo y viceversa.
- Si el médico lo determina, ingerir medicamentos especiales para bajar el colesterol, hipertensión y controlar los niveles de glucosa, los cuales ayudan también al corazón.
- En los pacientes que ya han sufrido un infarto del miocardio (corazón) o un infarto cerebral se recomienda el uso crónico de Aspirina Protect, ya que ha demostrado disminuir el riesgo de mortalidad cardiovascular y protege al estómago.
- No automedicarse cualquier fármaco, pues cada persona es diferente.
- Evaluar un poco más cada situación, y ver si en verdad es importante, grave, urgente o indispensable y tras este sencillo análisis decidir.
Estrés y daño cardiovascular
Ante momentos difíciles de alto estrés el organismo se debilita, se reducen las defensas y se vuelve vulnerable. El estrés agudo y crónico aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la tensión muscular e incluso, al encontrarse ante una condición tensa o sorpresiva, se tiende a desarrollar hábitos poco saludables como el consumo de drogas, alcohol y tabaco.
El aumento de la frecuencia cardiaca debido al estrés, aumenta la demanda de oxígeno del corazón, lo que pudiera desencadenar problemas como angina de pecho o ritmos cardiaco anormales. La presión arterial alta, también producida por niveles altos de noradrenalina, ocasiona que el trabajo del corazón de incremente y que el corazón engrose sus paredes, lo que se llama hiperterofia ventriocular izquierda. La hipertrofia ventricular izquierda por sí sola puede ocasionar muerte súbita y es un factor de mal pronóstico en el paciente hipertenso.
Así, los aumentos prolongados que también pueden derivar en hipertensión, son perjudiciales y conducirían a un infarto al miocardio, insuficiencia cardíaca, ritmos cardíacos anormales o un infarto cerebrovascular, afirmó la doctora Alejandra Meaney Martínez, también miembro de la Asociación Mexicana para la Prevención de la Aterosclerosis y sus Complicaciones, AMPAC. “Independientemente de la causa, cuando el cuerpo está sometido a una respuesta de alarma permanente, todos los sistemas y funciones se aceleran, se producen alteraciones químicas y estructurales que ocasionan un cambio en el funcionamiento normal y como consecuencia, un órgano puede fallar finalmente”.
Son muchos los agentes estresantes capaces de producir una reacción de alarma en el organismo, por ello es importante tener en cuenta “los antídotos”, es decir, aquellos elementos que brinden tranquilidad como el ejercicio, el arte, los amigos, la comida sana, los paseos, la convivencia familiar, incluso, el apoyo de fármacos que favorezcan la salud cardiaca.
Si bien, en ocasiones el estilo de vida no puede modificarse, si es posible tomar acciones que mejoren las condiciones y brindar bienestar a largo plazo como realizar actividades y tener comportamientos saludables que son factores protectores de la calidad de vida. Asimismo, buscar ayuda para manejar el estrés es una señal de fortaleza y buen juicio.
Ante estas situaciones, lo menos que necesita el cuerpo son mayores complicaciones y es recomendable siempre acudir con el médico para recibir un diagnóstico oportuno y un tratamiento adecuado como alternativas preventivas de fácil manejo, que lo ayuden a mantener un flujo sanguíneo correcto.
En estas circunstancias los médicos pueden llegar a recetar anti-plaquetarios como el ácido acetilsalicílico de baja dosis ya que con una sola dosis al día protege al corazón, y combinado con un estilo de vida saludable, previene la posibilidad de un infarto al miocardio en pacientes que hayan tenido un evento cardiovascular previo (infarto del miocardio, infarto cerebral, revascularización cardiaca, enfermedad arterial periférica, etc).
Estudios internacionales como el Physicians Health, señalan que el ácido acetilsalicílico de baja dosis, como la Aspirina Protect, reduce en un 44% la posibilidad de sufrir un primer evento cardio o cerebrovascular, mientras que otros estudios revelaron una reducción del 30% en el riesgo de un nuevo infarto no fatal, un segundo accidente vascular cerebral y la probabilidad de muerte.