noviembre 20, 2024

Vals con Bashir

Eduardo Marín Conde
Eduardo Marín Conde

Una de las obras más inventivas y peculiares de los últimos años en el concierto cinematográfico internacional es, sin duda, Vals con Bashir, una insólita cinta de animación israelí que constituye un inusitado testimonio de la invasión de Israel a Líbano en 1982.

A partir de las tormentosas vivencias de un ex soldado que participó en aquella operación militar, y que se empeña en reconstruir los hechos que se le han borrado de su mente como protección a la barbarie de la guerra, el filme se erige en un manifiesto de relevancia histórica que oscila, con eficaz puntería, entre la crónica de los acontecimientos y el drama individual de un hombre enfrentado a su pasado.

El director Ari Folman construye una obra sorprendente al mezclar dos géneros aparentemente tan disímbolos: la animación, asociada íntimamente a la fantasía, y el documental, que por definición es un
retrato de la realidad. Por ello, algunos especialistas han definido a la película inventando el término “documental de animación”.

La habilidad para dar vida a un guión muy sólido, le valió el reconocimiento de la sociedad de directores de Estados Unidos que la consideró como la mejor dirección en un documental. Además, el filme ganó este 2009 el Globo de Oro a la mejor película extranjera, categoría en la que también fue nominado al Oscar.

En verdad el resultado resulta admirable. Las imágenes transmiten vigor expresivo, una fuerza inherente al relato capaz de mostrar toda la complejidad, la crueldad y el lado oscuro de un conflicto bélico. Cada escena es totalmente realista, nos remite a un cuadro de sentimientos desgarradores.

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La cinta está resuelta a través de entrevistas con diversos personajes reales, principalmente veteranos de guerra, únicamente que éstos están dibujados, lo cual no resta su capacidad de verosimilitud.

La cinta aborda con profundidad los laberintos del conflicto en el Medio Oriente y se erige como un manifiesto de peso histórico sobre la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila.

Resalta el trazo preciso del contexto histórico que enmarca con claridad la situación política.

El arranque de la historia posee una gran carga de intensidad, a partir de la escenificación de un sueño recurrente del personaje, de ser perseguido por perros furiosos.

Este ritmo ciertamente va diluyéndose para recobrar un nuevo aliento en el último tramo. En medio, la cinta llega a atorarse en cierto letargo, pero nunca decae en interés y siempre permea una tensión psicológica con fuerte sentido dramático.

La película constituye toda una experiencia cinematográfica y cultural, una opción muy particular que se diferencia tajantemente de cualquier producto
convencional. Por ello, visual y argumentalmente, nos deja una honda huella. Ahora, por fin, está disponible en video.

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