Por el Dr. en Farmacología, Luis Camilo Ríos Castañeda
Investigador del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.
La historia de la aprobación de la nueva Ley de Regulación del Cannabis (marihuana), comenzó con el caso de Graciela Elizalde, una menor con epilepsia de Lennox-Gastaut, un raro padecimiento cerebral que le provocaba cientos de convulsiones mensuales y que no podía ser controlado por los medicamentos existentes en México. En 2015, gracias a un amparo otorgado por la Suprema Corte Justicia de México para la distribución y venta de los productos del cannabis para uso medicinal, sus padres lograron la importación de cannabidiol (por sus siglas CBD), un componente de la marihuana aprobado en Estados Unidos como antiepiléptico, permitiendo que las convulsiones de Grace se redujeran a un mínimo tolerable, mejorando drásticamente su calidad de vida.
A partir de la lucha de los padres de Grace, las Cámaras de Diputados y Senadores recibieron propuestas para legislar tanto el uso médico como “recreativo”. Así, como sociedad hoy estamos frente a la histórica posibilidad de la aprobación de la Ley General para la Regulación y Control del Cannabis, que permita un control estricto de la venta del cannabis y el impulso a la investigación y desarrollo de nuevos productos médicos derivados de la planta.
El dictamen contiene medidas para la prohibición expresa del uso en menores y la limitación de la cantidad que una persona puede portar para uso personal, ya que quienes nos dedicamos al estudio de la toxicología, sabemos que “la dosis hace al veneno” y por ello, se definió que el límite debe ser de 30 gramos para considerarlo legal.
Asimismo, el tema del control se vuelve más estricto para los distribuidores y vendedores de marihuana, quienes tendrán que solicitar licencias a un nuevo organismo regulador, el Instituto Mexicano del Cannabis, encargado de expedirlas y llevar a cabo la vigilancia en toda la cadena de valor mediante la trazabilidad (seguimiento) de los productos desde su origen hasta la disposición final para dar mayores garantías a los consumidores o pacientes.
En este camino se debe poner especial atención a que el Instituto Mexicano del Cannabis
tenga las herramientas suficientes para garantizar que el otorgamiento de licencias y autorizaciones se haga con total apego al marco legal, para evitar la corrupción en el otorgamiento de licencias y autorizaciones para la distribución y venta de algunos productos, como por ejemplo el alcohol y tabaco.
Por otra parte, celebro que los usos medicinales del CBD y demás componentes del cannabis, puedan por fin ser empleados, sin restricciones, por los pacientes que con urgencia los necesitan. Los más de 100 compuestos con actividad cerebral que tiene el cannabis, de ser aprobada la Ley, encontrará una aplicación en pacientes con enfermedades neurológicas, gracias a la investigación de nuevos usos terapéuticos de los compuestos derivados de la planta en padecimientos como esclerosis múltiple y cáncer.
Esperemos lo mejor, pero tengamos los ojos bien puestos en la operación práctica de esta nueva Ley. No perdamos la oportunidad de hacer una industria del cannabis sana y muy bien regulada[.]