Cuando las defensas del organismo nos atacan, y se convierten en enfermedades conocidas como enfermedades autoinmunes, todo nuestro sistema inmunológico que se encarga de proteger al organismo, contra toda lógica revierte su función y lo ataca.
Lo único que queda claro entre los científicos que estudian esta situación, es que las enfermedades autoinmunes son una característica de las sociedades más modernas, y mientras éstas alcanzan más desarrollo tecnológico y las comodidades que ello supone, es seguro que sus habitantes van a padecer cada vez más estas afecciones.
Lupus eritematoso, artritis reumatoide, diabetes mellitus, asma, colitis ulcerosa, anemia perniciosa, esclerosis múltiple o fibromialgia, son algunas de las más de 80 enfermedades autoinmunes que cada vez son más frecuentes en México; pero que primero se empezaron hacer presentes en los países desarrollados, sin embargo conforme las naciones más atrasadas van avanzando, estos padecimientos se convierten en los más comunes en lo que se da en llamar como “transición epidemiológica”.
Ante esta situación, instituciones como el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, incorpora proyectos para tratar de identificar de manera anticipada enfermedades que provoca la contaminación.
De hecho, entre los agentes que se presentan en el mundo desarrollado, la contaminación destaca entre los principales factores a los que se les identifica como posibles causantes de las enfermedades autoinmunes, pero también a otras circunstancias como la alimentación y sus métodos de preparación, como por ejemplo su industrialización y las formas de llevarlo a su producción en masa.
Por ahora, la investigadora Emma Calderón Aranda, de la sección de Toxicología del Cinvestav, trabaja en la identificación de “biomarcadores tempranos de efectos”, que viene a ser el encuentro con una especie de signos en el organismo que permitan reconocer el riesgo de enfermedades futuras, de modo que logremos prevenir con años de anticipación, males como el cáncer o el desarrollo de alergias.
Estos signos moleculares a los que se les denomina “marcadores”, son estudiados específicamente en niños, con la intención de identificar padecimientos que puedan desarrollar en edad adulta, debido al contacto con contaminantes altamente perjudiciales como el plomo, mercurio, arsénico, monóxido de carbono o plaguicidas.
Pero ¿cómo las madres de estos niños les permiten el contacto con semejantes sustancias? Esto sucede en países como el nuestro de manera constante, pues muchos de los lápices o juguetes que incluso puedes tener en este momento a tu alcance, contienen plomo, en tanto el monóxido de carbono lo expele el escape de cualquier vehículo automotor.
¿Plaguicidas? Tal vez ayer lo rociaste en tu jardín o tuviste contacto con él antes de lavar las verduras, así como el mercurio del termómetro te ha señalado en no pocas ocasiones si tuviste temperatura alta, o tu hermanita o tu hijo.
Son las consecuencias de la comodidad, la de abrir una bolsa metalizada con frituras y comerlas, de destapar un refresco de color impresionante y beberlo hasta saciarte, o de confundir a la televisión con una niñera y por andar tan ocupada, no reparas que tu hijo la mira embelesado, sin parpadear, a muy corta distancia, mientras saborea la enésima gomita enchilada.