El transplante de mano es el más complejo de los logrados hasta el momento en el cuerpo humano, porque para recuperar su movilidad, antes requiere de estabilización ósea, reparación arteriovenosa, reconstrucción de los tendones y reconstrucción nerviosa.
El Dr. Warren Breidenbach, pionero en la materia e investigador de la Universidad de Lousville y el Instituto Kleinert de Kentucky, Estados Unidos, el 24 de enero de 1999 realizó el segundo trasplante de manos de la historia.
Refiere que el mayor problema que debió superar fue encontrar la medida de inmunosupresión para que el sistema inmune no recharara el miembro.
Durante una visita que realizó a Médica Sur hace dos años, explicó que en el espacio experimental, todos los animales que utilizó en las tareas de laboratorio murieron antes de alcanzar una evaluación completa de los supresores inmunológicos (medicamentos que inhiben la acción del sistema inmune).
Estos animales, ratas y monos, «no fueron los mejores sinodales de la investigación», debido a que antes de morir, para no rechazar el miembro implantado, se les dieron dosis de inmunosupresores muy superiores a las que admite el cuerpo humano, pero que sí asimila el metabolismo de esos seres.
De ahí que Breidenbach optó por valerse de un cerdo para hacer sus experimentos, dado que el organismo de este animal cuenta con características semejantes a las del humano.
«Fue un éxito, porque cuando logramos suministrar la dosis de inmunosupresores similares a las que admite el cuerpo humano y no hubo rechazo, sólo bastó completar los esquemas para la recuperación de movilidad, sensibilidad y coordinación», dijo.
Matthew Scott, el basquetbolista que recibió ese implante en Kentucky, a la fecha sigue metódicamente la ingesta diaria de inmunosupresores para que su cuerpo no rechace esa mano que, con todo, no cuenta con sus huellas dactilares.
En septiembre de 1998 se realizó el primer implante de mano al australiano Clint Hallam, en Lyon, Francia, de un donante anónimo. El más reciente se hizo en junio pasado, en Madrid, España, en lo que se dice fue un acto de Frankestein en un joven de 29 años, quien cayó al metro y debieron reimplantarle la mano izquierda en el brazo derecho, como única opción ante la magnitud del accidente.
Por lo que toca a los inmunosupresores, son medicamentos que todos los trasplantados deben tomar de por vida, al menos de dos diferentes y puede ser que mañana, tarde y noche, según las indicaciones de su médico de seguimiento.
Esto en México tiene un costo mensual en medicinas de patente de entre 20 mil y 30 mil pesos, si bien en agosto pasado el laboratorio Landsteiner Scientific y la Fundación Nacional de Trasplantes, firmaron un convenio para el suministro de estos fármacos como genéricos bioequivalentes.
«Hace cuatro años desarrollamos el primer inmunosupresor bioequivalente, pero de ahí nos seguimos con el resto, tenemos cuatro en el mercado y nos faltan dos que están por salir, con eso cerramos toda la gama de inmunosupresión», explica Miguel Granados, presidente de Landsteiner.
Con la certificación completa de la Secretaría de Salud, estos inmunosupresores realizados por un laboratorio mexicano, tienen un precio menor de entre 60 y 70% a los originales. .