Para este tipo de lesiones o molestias la homeopatía cuenta con un aliado muy poderoso. Se trata de la Árnica Montana, una planta originaria de Europa Central, sumamente abundante en los prados y bosques de coníferas más o menos húmedos (cedros, cipreses y abetos, por ejemplo).
La historia registra que los escaladores de montaña solían masticar la planta fresca para aliviar los dolores musculares. También la fumaban para combatir problemas respiratorios, sobre todo la bronquitis y la tos, aunque en ocasiones esta aplicación era contradictoria debido a que las mucosas se irritaran. Es por ello que la planta fue bautizada como “tabaco de montaña”.
En el mismo sentido, existen documentos del siglo XVI que certifican las propiedades cicatrizantes de la Árnica Montana, época en la que ya se utilizaba entre la clase campesina para tratar los dolores musculares y los magullones. Hoy se sabe -gracias a diversas investigaciones- que esta especie de la flora tiene poderes analgésicos (elimina el dolor), antisépticos (previene infecciones), antiinflamatorios, antifúngicos (combate los hongos) y antihistamínicos (reacciones alérgicas).
¿En peligro de extinción?
Muchas especies de la flora han desaparecido sin que el hombre haya podido impedirlo. En el caso de la Árnica, alguna vez corrió este peligro debido a que se cosechaba en forma excesiva. Sin embargo, hoy se produce y recolecta de manera organizada para que las generaciones futuras puedan disfrutar de sus beneficios.
Respuesta emocional
Los especialistas en homeopatía estiman que aproximadamente el 70 por ciento de la fortaleza inmunológica que posee el ser humano, proviene de la esfera emocional. Es decir, que estar triste o deprimido reduce la resistencia al embate de las enfermedades. Se sabe que la Árnica Montana puede colaborar eficazmente a tratar cuadros depresivos, de angustia, ansiedad y estrés.
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*Periodista especializado en el área de salud
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