Cuando el hígado se enferma sus funciones son insustituibles: produce sustancias como la bilis que es fundamental en la digestión de alimentos y grasas, además de ser un órgano que opera como un gran filtro para remover toxinas de la sangre.
Por eso es muy importante tomar en cuenta que todo lo que comemos, respiramos o aplicamos en la piel es procesado por el hígado porque su labor es la de evitar intoxicarnos por cualquiera de esas vías y, para ello, realiza unas 5 mil funciones diarias.
La mayoría desconoce que enfermarnos del hígado es muy grave porque, al contrario de padecimientos asociados a otros órganos, éste no duele porque no cuenta con ningún nervio para avisarnos que algo está mal, por eso las enfermedades hepáticas se descubren de manera tardía o cuando ya son incurables.
Tal es el caso de las hepatitis B, C y D, que pueden provocar hepatitis crónica y dar paso a la cirrosis hepática, que consiste en el debilitamiento o muerte de los hepatocitos, responsables de la detoxificación e impiden que sustancias tóxicas lleguen al cerebro.
Así mismo causa cirrosis que puede desarrollar una encefalopatía hepática, cuando las sustancias tóxicas llegan al cerebro y deriva incluso en estado de coma. Pero una cirrosis también puede ocasionar cáncer de hígado.
Para la doctora Angelina Villasis Keever, directora médica adjunta de Bristol-Myers Squibb, lo más importante en torno a los padecimientos hepáticos es que hoy en día todos son prevenibles, con acciones desde la baja ingesta de grasas y alcohol, evitar tabaco y drogas, así como vacunarse contra las hepatitis A y B.
“La hepatitis A (VHA) es una infección tan frecuente que casi que todos los mexicanos la hemos padecido y se da por consumir alimentos contaminados”, explica.
“Alguien que ya tuvo hepatitis A desarrolla anticuerpos, pero la hepatitis B (VHB) es diferente, pues se adquiere por vía parenteral, es decir, por contacto con sangre o sus derivados como trasfusión, agujas contaminadas, pero también por mordidas, compartir rastrillos, aretes, cepillos dentales, cortaúñas y, más frecuentemente, por tatuajes o perforaciones (pearcings). El contagio por trasfusión era más frecuente antes de 1992, cuando se desconocía cómo identificar al virus.
A diferencia de la hepatitis A, que presenta malestares de orden digestivo, el VHB es asintomático, “puede sentirse cansancio, pero no tan importante como para solicitar una valoración y ése es el problema, porque se detecta tardíamente cuando ya causó una cirrosis o cáncer de hígado”.
La hepatitis C (VHC) es semejante, también se transmite por vía parenteral pero evoluciona más despacio en el organismo. En tanto el VHB tarda entre 8 y 10 años en manifestarse como infección, el VHC lo hace en 20 años.
De atenderse a tiempo puede evitarse que se conviertan en enfermedades crónicas, pero de ser así, existen medicamentos para controlarlas y llevar una buena calidad de vida.
Más del 80 por ciento de quienes padecen hepatitis B y C no lo saben, además de que la prevalencia de éstas en relación al VIH/Sida es mayor: de 10 a 1. De ahí que organismos como FundHepa o Civitas pugnen por que se realicen campañas semejantes a la del VIH/Sida para prevenir la hepatitis.
Está bien que el hígado sea tan trabajador, pero no hay que abusar de su labor, por eso es importante:
-Evitar medicamentos innecesarios y menos combinarlos si no está prescrito.
-Cancelar los “tratamientos caseros”.
-No abusar de cerveza y alcohol.
-Ni fumar o ni consumir drogas fuertes como la cocaína.
-Limitar el uso de limpiadores en aerosol, pues el hígado detoxifica lo que respiras; cuando haya aromas fuertes debes asegurarte que sea en lugares ventilados o utiliza máscara. Tal es el caso del thinner, barniz o lacas.
-Nunca olvides que los químicos en spray, como pinturas o productos para el cabello, dañan severamente el hígado, incluso los aromatizantes en esa presentación.
-Vigila lo que te aplicas en la piel, si ésta se irrita imagina qué hace a tu hígado.
-Los insecticidas, incluidos los de plantas o “ecológicos”, pasan a través de tu piel y dañan al hígado.
Con respecto a la tan conocida expresión “derramar bilis” (litacis biliar), no es cierto que se produzca por “hacer corajes”, dado que todo el tiempo fluye del hígado para facilitar la digestión; el problema son los cálculos biliares, producidos por colesterol o alteraciones del metabolismo, así como por una predisposición genética.
“Hoy en día mediante una cirugía laparoscópica se puede retirar la vesícula biliar para quitar los cálculos, que al obstruir las vías biliares sí pueden generar complicaciones graves”, advierte la Dra. Villasis.