Los adolescentes con este síndrome, también pueden sufrir baja autoestima, toda vez que la familia y amigos, al verlos siempre cansados, terminan diciéndoles que son flojos, nos explica la doctora Liz Sosa Mora, coordinadora de la Clínica de la Adolescencia del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz“.
El cansancio y la falta de energía son síntomas frecuentes en los adolescentes, porque están en proceso de crecimiento y producción de mayor cantidad de hormonas del desarrollo, que les genera sueño.Sin embargo, si la falta de energía y vitalidad es persistente, se encuentran desmotivados, no descansan y están irritables sin causa aparente, se debe considerar la posibilidad de que padezcan síndrome de fatiga crónica, nos aseguró la doctora Sosa Mora.
Abundó que la fatiga crónica se asocia con bajo rendimiento académico, porque puede producir una disminución en el aprendizaje, memoria, procesamiento de información visual y en la atención.
La especialista subrayó que una causa de alarma para que este sector de la población sufra de fatiga crónica, es la desnutrición, ya que en la etapa de la adolescencia no se nutren como debe ser, no toman agua, no comen verduras y el aporte de calorías a través de grasas y carbohidratos, “no es suficiente para que tengan un adecuado nivel de energía”.
Por ello, dijo, en la adolescencia la alimentación tiene una importancia vital, debido a que se incrementan las necesidades de nutrientes para hacer frente a los cambios físicos, sexuales y psicológicos que se experimentan en esta etapa.
Ese aporte de energía se logra fácilmente con una alimentación sana, variada y equilibrada, acompañada de ejercicio físico, recalcó, para evitar alteraciones y trastornos de salud.
Agregó que si con estas medidas de alimentación aún los jóvenes se sienten cansados, con pérdida de interés para realizar sus actividades, se debe acudir con un especialista para ser diagnosticados a tiempo, debido a que la falta de conocimiento del síndrome de fatiga crónica y un diagnóstico tardío pueden tener un impacto negativo y desencadenar en otras enfermedades mentales, como la depresión.
El tratamiento para este trastorno, puntualizó, debe estar basado en un programa de rehabilitación de actividades y en la terapia cognitivo-conductual.