noviembre 24, 2024

La Tercera edad y el duelo

Psicóloga Laura Iael López
Psicóloga Laura Iael López

Desde que nacemos nos enfrentamos a toda clase de pérdidas. Esta privación de lo que antes se poseía implica una renuncia. Por ejemplo, después de los nueve meses de gestación, renunciar al vientre materno marca el inicio de una vida a partir de la pérdida de un lugar totalmente placentero. Esta renuncia es necesaria para el crecimiento y la propia sobrevivencia.

Si no fuéramos capaces de renunciar al vientre materno seguramente falleceríamos. Así que las pérdidas implican también un crecimiento físico y psíquico. Paradójicamente, cada nuevo día es un día menos de vida. A pesar de que todos los días estamos lidiando con estas pérdidas no es sino hasta la tercera edad que uno siente mayor temor a enfrentarlas. ¿A qué se debe este temor marcado si todos los días hemos vivido con ellas? La respuesta no es sencilla, mucho menos cuando uno se encuentra en la última etapa de la vida.

Es por ello que hablar de la tercera edad, como de cualquier otra edad de la vida, es hablar de retos y miedos específicos que hay que enfrentar y vencer. Estos retos tienen que ver con un recuento de la propia historia de vida de la persona, la cual está llena de triunfos y fracasos, así como de ganancias y pérdidas. Este proceso donde uno conoce, entiende y acomoda estas experiencias de pérdida, se llama duelo.

En México, existen 8.6 millones de hombres y mujeres adultos mayores o de la tercera edad que se tienen que enfrentar al reto de elaborar los duelos que la propia vida les impone. Pero, ¿cuáles son esos duelos a los que se tienen que enfrentar los adultos mayores? Sin duda alguna, los principales desafíos son los siguientes:

Cambios físicos

Los cambios a nivel físico que se van experimentando de manera pausada pero constante. La disminución de las facultades físicas, principalmente las de tipo sensorial, disminución de la agudeza visual y de la capacidad auditiva, seguida por aspectos relacionados con enfermedades degenerativas. Estos cambios pueden generar sentimientos de enojo y tristeza, los cuales se presentan de manera distinta de acuerdo al estilo de vida de cada persona.

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Jubilación

La jubilación es otro duelo que tienen que enfrentar las personas que se encuentran en la tercera edad. Frente a esta circunstancia, es común que las personas experimenten sentimientos depresivos, momentos de mucha ansiedad y sentimientos de culpa. La ansiedad se genera al instante de tener que dejar de trabajar y gozar de los bienes acumulados o tener que depender de los hijos o cualquier otro familiar, provocando, a su vez, cierto sentimiento de culpa por disfrutar los bienes que son generados por otros.

Las pérdidas

La pérdida de la pareja o de algún amigo es otro desafío importante. Esta situación puede tambalear, de manera significativa, el mundo de la persona. Estos cambios bruscos generan dolor porque se deteriora una fuente importante de amor y cariño y, además, la persona se ve reflejada en la misma situación que el otro.

Reconocerse a sí mismo

Otro duelo es el reconocimiento de sí mismo como la persona que ha sido durante tantos años pero con cambios físicos y emocionales. En algunas ocasiones, es tal el nivel de angustia que se genera frente a estos cambios, que la persona niega lo que le está ocurriendo para ir graduando este dolor.

Frecuentemente existen dificultades para mantener los cuidados relacionados a la salud. Si no se acepta que el cuerpo no es el mismo y que necesita de mayores cuidados, la calidad de vida disminuirá de manera significativa.

En general, la elaboración del duelo por este tipo de pérdidas y desafíos se puede manifestar también a través del enojo frente a cualquier modificación en las costumbres. Comúnmente las personas adultas mayores tienen más dificultad para modificar cualquier actividad, rutina o manera de pensar, ya que estos cambios se experimentan como un temor a perder la propia identidad. Algo que se ha hecho durante años le da sentido a la vida y le da forma a la personalidad.

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Evidentemente, junto con estos retos se presentan ciertos temores que forman parte del proceso de duelo: miedo a sentir que no se van a poder integrar esas nuevas experiencias a su persona. Sin embargo, cuando se logran asimilar estas experiencias se convierten en una sabiduría de vida. Para que una persona logre reintegrar estas experiencias es necesario que recurra a la aceptación y al amor hacia sí mismo. En esta búsqueda de reintegración, la persona hace un recorrido hacia su pasado. A través de este deseo por “visitar” los lugares de la infancia o la adolescencia, se hace un recuento de los hechos para valorar estos aprendizajes y ubicarlos como aspectos buenos de la persona.

Otras veces, los adultos mayores no logran hacer esta asimilación y valoración de sus experiencias y recurren de manera repetitiva al relato constante de las anécdotas de vida, ya que existe el deseo profundo de quererse comprobar a sí mismos que no ha habido cambios en sus vidas que hayan alterado su personalidad. De esta forma, van recuperando el pasado a través de los recuerdos, y, por lo tanto, las pérdidas son menos dolorosas.

En algunos momentos, estos miedos y tristezas pueden ser manifestados a través de enojo e irritabilidad que se traducen en conductas que, para la mayoría de las personas que conviven con un adulto mayor, resultan incomprensibles. Estas conductas pretenden asegurar un sentimiento de pertenencia y existencia.

Las personas luchan y trabajan, la mayor parte de su vida, para consolidar sus sueños, y la mayor parte de toda nuestra energía está enfocada a cubrir esas metas. Una vez que han sido alcanzadas, logramos encontrar nuevos sueños que nos abren otro panorama para seguir luchando y avanzando en la vida.

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En la vejez, disminuye el deseo de buscar nuevas metas y es algo que se extraña, ya que está relacionado con la voluntad de despertar día a día convencidos de que todavía vale la pena luchar. Cuando los sentimientos depresivos sobrepasan a una persona, ésta se siente sin fuerzas para seguir luchando y se ve invadida por sentimientos de impotencia y frustración. Por lo tanto, el reto principal a superar es la reconciliación y la reintegración de todas las experiencias que la misma vida le ha dado, tomando en cuenta los logros y los fracasos, las perdidas y las ganancias, para reafirmar la propia identidad que, si bien ha cambiado a los largo de los años, no ha perdido la esencia de su ser.

Una persona que logra reconocer y aceptar los cambios que se dan a través de los años, tiene mayor capacidad de disfrutar sus triunfos y sus fracasos. Logra vencer la depresión y el enojo.

Mientras uno encuentre el espacio y las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de cada etapa de la vida, tendrá mayores posibilidades de enriquecerse a sí mismo como persona a un nivel físico, psicológico y espiritual. Estas herramientas son las que nos ayudan a conocernos como personas y nos enseñan a integrar de mejor manera estas experiencias en nuestras vidas, aun cuando en ocasiones parecen más carencias que beneficios.

Tener la capacidad de reflexionar y retomar aquello que hicimos en la vida es una facultad que sólo tiene aquel que puede ver hacia atrás y reconocer una vida llena de experiencias. De ahí que llegar a esta edad no solamente implique la fortuna de poder reflexionar y disfrutar aquello que hicimos y construimos en el pasado, sino también de convertirnos en un ejemplo para quienes se encuentran en nuestro entorno, mostrando ante todo la capacidad de ser un ser humano completo y responsable frente a nuestras propias experiencias de vida.

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