Un día me cansé de ser tan sensible y fui a colgar mi corazón en la rama de un árbol. Ahí mi músculo no suponía ningún peligro y pude ser autónoma, valiente y libre.
El día que colgué mi corazón en la rama de un árbol respiré más hondo, porque mis pulmones querían deshacerse de esa pesada carga al lado de ellos. Respiré la vida, volví al ahora, disfruté el presente.
Con mi corazón colgado de la rama de un árbol puedo ir a prácticamente cualquier lugar sin miedo ni tristeza. Recuerdo los golpeteos que me daba cada vez que anunciaba una nueva crisis, y el tener el espacio vacío es un alivio que pocos pueden experimentar. Al latir tan fuerte por una depresión, una ilusión mal pagada o el rechazo de un chico, mi corazón desencadenaba toda una maraña de síntomas insaciables, dañinos e incontrolables.
Agradezco que mi corazón esté colgado de la rama de un árbol porque así puedo ir a visitarlo y preguntarle si tiene los mismos traumas que tenía cuando estaba dentro mío. Me gusta observarlo sangrante, latiente, friolento, desvaneciéndose sin mi…
El día que colgué mi corazón en la rama de un árbol jamás imaginé que lo extrañaría tanto; que mi cerebro sería incapaz de seguir sin él; y que las enfermedades mentales no se sacan colgando corazones en las ramas[.]