El Síndrome del Impostor, también llamado Síndrome del Fraude, es un trastorno psicológico en el cual la persona no tiene confianza en sí misma; piensa que sus logros son producto de “un golpe de suerte” o de la ayuda de los demás, pero no de su esfuerzo.
La persona que lo padece cree que no es inteligente, capaz o creativa, a pesar de que es hábil, presenta un alto rendimiento y tiene éxito.
Shoshana Turkia, terapeuta cognitivo conductual, explica que “quienes tienen muchos logros y triunfos suelen sufrir un miedo persistente de ser descubierto como un fraude, lo cual no se compara con la baja autoestima o falta de confianza.
Algunos investigadores la han vinculado al perfeccionismo, sobre todo en mujeres. La tendencia a minimizar y subestimar el éxito es significativa en quienes padecen este síndrome.
“Pese a que en su vida laboral demuestran su capacidad, muchas personas están convencidas de que no merecen el éxito que han logrado. Padecen de inseguridad crónica. Los ‘impostores’ rechazan toda demostración de éxito y piensan que es por mera suerte, es decir, se refieren a que están en el lugar y el momento adecuados, o que engañan a otros al pensar que son más inteligentes y capaces de lo que en realidad son”.
No obstante, a través de distintas disciplinas, la especialista acompaña a sus consultantes en un proceso de Transformación Radical redescubriendo y aceptando que todas las personas debemos aspirar a cuatro autonomías principales:
- Autonomía económica;
- Autonomía emocional;
- Autonomía erótica, y
- Autonomía espiritual.
“La terapia cognitivo conductual acompaña a las personas a identificar y modificar esa serie de pensamientos y sensaciones corporales que las invaden cuando desacreditan sus logros y éxitos alcanzados y, creen que es producto de un error, de la buena suerte o porque los demás son inocentes o demasiado tontos para darse cuenta de que no somos ni los más listos ni los más preparados.
“Así, esta terapia conlleva una metodología clara, precisa, medible, con objetivos específicos. Y al iniciar cualquier tipo de sesión terapéutica me es posible medir los niveles de tristeza, angustia, enojo e incluso de bienestar, lo cual nos permite empezar a nombrar las emociones y posteriormente hacer una escucha activa, empática donde pueda percibir, no solamente lo que me está diciendo mi consultante a través de las palabras, sino también con su lenguaje no verbal”.
Shoshana Turkia dice que hay cinco recursos con los que contamos todas y todos, y que debemos aprender a manejar:
- El tiempo;
- El espacio;
- El conocimiento,
- Las relaciones y
- El dinero; ya que cuando aprendemos a manejarlos, accedemos a nuestro propósito y valía de vivir, es decir, a la relación con uno mismo, y cómo me relaciono con los demás”.
En la atención de la salud mental cada vez es más claro que necesitamos acompañarnos de personas con un abanico mucho más amplio de herramientas que nos puedan ofrecer más y mejores alternativa, concluye la especialista.