Como bien sabes, el mercado de papas fritas en México es enorme. Alcanzó 174.64 millones de dólares en 2023 y se estima que crecerá a una tasa anual del 3.5% durante el periodo de 2024-2032. Con esto podrá alcanzar un valor de 230 millones de dólares aproximadamente.
Cabe señalar que las papas fritas, como casi todos los aperitivos salados, son de lo más adictivo. La mayoría de estos productos se caracterizan por su alto contenido en grasas y sodio. Sin embargo, no todos tienen el mismo valor nutricional, de acuerdo con una publicación de la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU), consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO).
Además, para que estos alimentos se conviertan en un producto atractivo para el consumidor, se les añaden colorantes, potenciadores de sabor y antioxidantes que prolongan su tiempo de conservación. Sin embargo, son los aditivos los que los hacen “irresistibles”, incluso necesarios para dar textura, consistencia y corregir la acidez. Por otro lado, las grasas son responsables de las propiedades sensoriales de muchos platos y contribuyen ampliamente al “placer” de comer.
Olores, texturas e incluso sonidos, importantes al elegir un alimento
Estos snacks crujientes y salados tienen también una característica singular: atraen un sentido adicional que nos permite “comer con el oído”. Los investigadores que exploran este aspecto han descubierto que algunos consumidores simplemente se deleitan con la forma en que suenan los alimentos y no solo con lo que siente su paladar, refiere un artículo publicado en el portal Glanbia Nutritionals.
Al respecto, la editorial científica Elsevier destaca que entre los factores que regulan la ingesta hedónica (sensación de hambre inducida por el deseo de saborear y reproducir ese placer que mantenemos cuando el cuerpo pide nutrirse, aun cuando no es necesario) se encuentran los sentidos que detectan sabores, olores, texturas e incluso, sonidos, los cuales desempeñan un papel decisivo en la elección de unos u otros alimentos por parte del individuo, lo que promueve que sean adictivos.
Comer emocionalmente
También, la especialista en pérdida de peso y autora del libro Life is Hard, Food is Easy […], Linda Spangle, considera que las decisiones alimentarias de las personas tienden a correlacionarse con el tipo de emociones que están experimentando. “Si observas los alimentos que te apetecen, puedes saber lo que estás sintiendo”.
Una forma de comer emocionalmente proviene de lo que la experta llama “hambre mental”. Ésta puede ser resultado del estrés, la ira, la frustración, una fecha límite inminente o la incomprensión. Si el alimento que te apetece es masticable o crujiente, “algo que aplastas con los dientes”, estás experimentando hambre mental, señala.
Diversos estudios coinciden en que el consumo en exceso de este tipo de productos “adictivos” puede tener varios efectos nocivos para la salud. Destacan como el aumento de peso, hipertensión arterial, diabetes, depresión, así como problemas cardíacos o digestivos.
Datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), por su parte, señalan que la hipertensión, a causa del consumo en exceso de sodio, es un riesgo de salud importante en el Continente en donde se estima que entre el 20.7% y el 56.4% de la población adulta de 30 a 79 años en los estados miembros de dicho organismo, padece esta enfermedad.