Es algo de lo más frecuente, pero poco reflexionamos al respecto. Al contrario, nos llevamos la vida aprendiendo a vivir con dolor de estómago, agruras, inflamación, etc., ¿pero qué tal si las cosas pudieran ser distintas? ¿Si lo que de verdad es natural, es estar bien?
Conocemos mucho acerca de las recomendaciones que se nos repiten todos los días acerca del consumo de fibra, líquidos y el rechazo a alimentos grasosos o condimentados para mantener nuestro estomago en buenas condiciones, lo cual por cierto, es bastante funcional. En lo que se piensa poco es cómo nuestras emociones repercuten directamente en nuestro aparato digestivo.
Rafael Lezaeta Pérez-Cotapos, en su libro Manual de alimentación sana, dice que “las alteraciones nerviosas trastornan el proceso digestivo y pueden llegar a producir tanto una diarrea, como una paralización intestinal”.
Según se comenta en este texto, para tener una buena digestión es esencial lo siguiente:
- Comer solo cuando se tiene hambre.
- Escucha a tu cuerpo. “Es muy importante la disposición intuitiva de aceptación o de rechazo que sentimos ante un alimento”, según se indica en el texto.
- Mastica bien los alimentos.
- Come solo lo necesario para ya no tener hambre. Evita la sensación de abotagamiento.
Son muchas las recomendaciones y los medicamentos que se venden para aliviar esta clase de problemas, pero como bien se ilustra en este libro, el comer debe de involucrar también un conocimiento profundo de tu cuerpo. Nadie más que tú sabe bien cuáles son los alimentos que mejor te caen y cuándo comerlos, por supuesto, siempre procurando darle un lugar esencial a las frutas y verduras.
Además, cuando sientas que el estrés te rebasa, procura darte un momento para respirar unos 5 minutos profundamente, y olvídate de desquitar el enojo o la tristeza con la comida. Recuerda que entre más equilibrada estés emocionalmente, mejor funcionará tu cuerpo.