La frustración es una respuesta emocional común a la oposición; es decir, surge cuando se le priva a uno de lo que esperaba.
Hoy en día existen diversas teorías que hablan sobre cómo educar a los hijos, unas más flexibles que otras, lo que provoca que los padres tiendan a confundirse entre tanta y tan variada información. En algunas ocasiones podemos ver a padres muy autoritarios y otras a padres demasiado flexibles que evitan que, por ningún motivo, su hijo pudiera sentirse frustrado. Esto es debido a la creencia de que con el paso del tiempo su hijo se convertirá en un niño débil, sumiso e inseguro; de esta manera, se convierten en padres muy permisibles, temerosos de poner límites y contradecir las peticiones de sus hijos. La palabra frustración es temida y, en algunas ocasiones, hasta satanizada.
Al nacer, el niño entra en contacto con diversos estímulos que no conoce, algunos de ellos placenteros y otros no tanto como el hambre y el frío. Posteriormente, empieza a darse cuenta de que cuando comienza a sentir alguno de estos estímulos adversos, desaparecen en poco segundos como por arte de magia. En esta etapa el niño no reconoce a su madre como la persona que satisface sus necesidades; por lo que se crea una idea de omnipotencia en el niño donde solamente él es capaz de eliminar estos estímulos adversos. Semanas después la madre no acude inmediatamente al llamado de su hijo, tarda unos pocos minutos en preparar el biberón o en desplazarse hasta donde él esta; es así que el niño comienza a sentir una pequeña frustración; debido a que no es satisfecha su necesidad de manera inmediata. Esto, contrario a que pudiera parecer perjudicial, ayuda al niño a entrar en contacto con la realidad, le da oportunidad de imaginar cómo es el proceso anterior a la satisfacción de su necesidad y busca alternativas para tolerar su frustración y tranquilizarse, como meterse el dedo a la boca hasta que sea resuelta su demanda.
Es importante señalar que el tiempo que tardará la madre en acudir al llamado de su hijo será de pocos minutos y una manera de disminuir la angustia del niño es que la madre le vaya diciendo a éste lo que esta haciendo antes de satisfacer su necesidad; por ejemplo, diciéndole cómo prepara el biberón o el pañal para cambiarlo, hablarle y mencionarle que ya está por atenderlo, etc.
Conforme el niño va creciendo, hace frente a diversos retos, de acuerdo a las diferentes etapas de su desarrollo, mismas que, en algunas ocasiones, pueden resultar muy frustrantes, debido a sus pocas habilidades o destrezas. Una etapa característica es la que abarca de 1 a los 3 años de edad, llamada la edad de transición. Se trata de una etapa de cambios donde es muy común que el niño se sienta frustrado al buscar su independencia y ver que, sin embargo, necesita la seguridad de sus padres. Un ejemplo de ello es cuando empieza a caminar; se aleja y, de pronto, necesita regresar para tener la seguridad de que su mamá sigue ahí. Otro motivo de frustración es cuando el niño empieza a emitir algunas palabras y las demás personas no pueden entenderlo, lo que genera berrinches. En estos casos es importante prestarles toda la atención para tratar de entenderlos, demostrando que es importante para nosotros lo que quiere decirnos.
Muchas veces los padres se angustian al pensar que su hijo se pude frustrar ante la incapacidad de poder realizar alguna actividad, y acuden de inmediato a resolverla sin darle la oportunidad de que sea él mismo quién experimente, investigue y piense en la solución. Al no permitirle al niño experimentarlo con su propios medios, se le da el mensaje equivocado, haciéndole sentir incompetente y que no es suficientemente bueno para realizar cualquier tarea.
Es importante que sepa que sus padres están ahí para ayudarlo en el momento en que él los necesite pero que no sean ellos quienes le resuelvan cualquier dificultad que pudiera tener.
En todas las edades se atraviesan momentos de frustración; sin embargo, de lo que se trata es de enseñarles a nuestros hijos cómo tolerarla y buscar alternativas para resolver los conflictos. Esto será más fácil lograrlo si los padres:
- Son amorosos con su hijo: Los hijos de padres afectivos, a la larga, son más independientes y seguros que los hijos de padres que no prestan atención a sus necesidades de afecto.
- Le transmiten confianza a su hijo respecto a que él puede realizar las cosas, permitiéndole que se esfuerce por lograrlo y permaneciendo atentos por si necesita su ayuda.
- Reconocen los sentimientos de su hijo. Es muy común que los padres, ante alguna actitud de su hijo, se puedan sentir angustiados y nieguen los sentimientos de éste con frases como: “No estás enojado”, “No pasó nada” “no debes de estar triste”, creando en su hijo un sentimiento de frustración y confusión, al no saber reconocer lo que está sintiendo en ese momento. Frente a ello, es importante reconocer lo que esta pasando y tratar de verbalizar lo que el niño está sintiendo, como, por ejemplo, decirle “Yo sé que te sientes frustrado y enojado por tal motivo… pero ¿qué te parece si hacemos tal cosa? Y lo principal es ayudarle a darse cuenta de que en casa tiene la libertad de expresar sus sentimientos.
- Comprende los intereses y tiempos de los hijos. Si su hijo no quiere realizar un juego o ver un cuento de la manera en que los padres quieren, es importante darle la opción de que les muestre cómo quiere realizarlo, tal vez encuentren otras maneras de entretenimiento. Si el niño quisiera realizar una actividad como pintar en las paredes, podemos ofrecerle otra alternativa como pintar en una cartulina grande o con un gis en el suelo; de esta manera, no frustramos su iniciativa y creatividad. Asimismo, cuando el niño está jugando y el adulto interrumpe abruptamente su juego para que realice otra actividad, es importante observar, respetar y dar tiempo. Si vemos que el niño está muy interesado en una actividad sería bueno concederle el tiempo necesario, decirle que le permitirán estar tanto tiempo más jugando y después tendrá que hacer otra cosa. Así, poco a poco, va a saber que le avisamos de ello y aprenderá a hacer los ajustes para anticipar y colaborar.
Y, sobre todo: Estar siempre dispuestos a escuchar y tratar de entender lo que los hijos quieren decirles a sus padres.