El juego cumple una función esencial en el manejo de la agresión y la destructividad cuando éstas son procesadas y pueden ser expresadas de manera simbólica; es decir, el objeto puede ser dañado o destruido y luego reparado, ensuciado y vuelto a limpiar… matado y revivido.
De igual manera, la línea que se sigue en los videojuegos, en donde tanto el bien como el mal están presentes, ayuda a integrar los sentimientos ambivalentes, en vez de mantener la disociación en objetos buenos y malos.
El juego concluye cuando supera la capacidad del niño para contener la experiencia, de ahí que el encontrarse con distintos niveles, nuevos retos y desafíos, impulsa al niño a continuar con el juego, esa actitud de perseverancia necesaria ante la vida.
El juego involucra espontaneidad y originalidad; sin embargo, no es sólo el motor de la creatividad sino que también está involucrado el encuentro consigo mismo. En el uso de la creatividad, el individuo se conecta con el núcleo de su persona y despliega sus aptitudes.
Por otro lado, el juego es un fenómeno universal ligado a la salud psíquica. Sirve para comunicarse y como punto de encuentro con los otros. Los niños comentan e intercambian con los demás información acerca de sus nuevos descubrimientos, transformando esta actividad en una actividad socializante.
Los videojuegos dan muestras de cómo aprendizaje y juego se han vuelto a entrelazar en lo que se ha denominado «edutenimiento».
Cada videojuego mueve diversos afectos que pueden ir desde la ansiedad, pasando por la frustración y la rabia, hasta la satisfacción y el orgullo de encontrar y develar el reto del videojuego.
Es bueno recordar que el juego es terapéutico en sí mismo. Aún así, existen ciertas desventajas respecto a los videojuegos:
Los ejemplos más publicitados y notorios de las desventajas del uso de los videojuegos para los usuarios han sido el del acceso de los niños a material severamente agresivo y/o violento, pornográfico o bien el contacto con extraños (y sus posibles consecuencias), mediante los juegos en línea, y la adicción o los trastornos a nivel físico y mental que pueden generar.
Sería injusto pensar que los videojuegos en sí mismos tengan la capacidad de producir y generar tales conflictos, habrá que tomar en cuenta que para que esto se dé, tienen que presentarse más factores. Es decir, cada caso tendrá su razón de ser y si bien los videojuegos pueden representar un factor desencadenante de tales conflictos, no se pueden tratar todos los casos por igual. Ante estos conflictos, lo mejor sería acudir con un especialista y evaluar la situación. El psicoanálisis representa un “juego” especializado cuya función es facilitar la comunicación consigo mismo y con los demás, lo cual nos ayudaría a encontrar solución a nuestros problemas.
A pesar de la apatía y descontrol que caracteriza en cierta manera a la juventud, cabe mencionar que frente a los videojuegos los niños quieren superarse, aprender los trucos, resolver los problemas que se les plantean y buscar soluciones inteligentes. Pero es importante que donde existe el desafío de un joven en crecimiento haya un adulto para encararlo. Poner límites con amor, evitando la violencia y las imposiciones, acercarnos a nuestros hijos y conocer su mundo (incluidos los videojuegos que los entretienen) serán los mejores medios para protegerlos y ayudarlos a hacer frente a las desventajas que puedan existir en su vida; una guía y orientación nunca están de más.