Trastorno Dismórfico Corporal

Sergei Pankejeff, hijo de un Zar Ruso, desde muy joven estuvo en desacuerdo con su nariz, la cual la describió como “pequeña y chata, muy típica de los rusos, casi como la de un perro dogo”. Freud, (el padre del Psicoanálisis), describió el caso de este paciente, que es mejor conocido como “el hombre de los lobos”; aunque la patología principal en un primer momento no fue el de la dismorfia, porque ésta se presento tiempo después, sí podemos ver cómo apareció en el curso de su vida. Se trataba de un hombre que padecía de varias afecciones gastrointestinales pero su preocupación más importante era la de un grano en la nariz que se había hecho extirpar y que le había dejado como secuela un poro mas dilatado, entonces se dedicó a observarlo en cada espejo o cristal en el que se podía ver reflejada su imagen. Posteriormente, consiguió un espejo para estar cuidando que éste no creciera y polvo facial para cubrirla. Cada vez que se encontraba con un conocido, le preguntaba si su cicatriz no había aumentado de tamaño;, todo esto, obviamente, ocasionaba molestia a sus conocidos y restringía su vida social.

Es normal que en ocasiones nos disguste alguna parte de nuestro cuerpo, quizá nuestra nariz como en el caso anterior o nuestro abdomen, que lo sentimos más grande de lo que nos gustaría; es más, podríamos decir que siempre existe algo con lo que no estamos de acuerdo, y que, tal vez, con un poco de esfuerzo lo podamos modificar o aceptar. Pero existe un trastorno llamado dismorfia corporal (TDC), o Dismorfofobia el cual consiste en una exagerada obsesión por un defecto físico apenas perceptible o que, incluso, puede ser imaginario. Las personas que presentan esta enfermedad, realmente, se sienten feas o defectuosas, a pesar de lucir normales. Estas personas se fijan exageradamente en algún detalle de su cuerpo el cual consideran como un defecto que es visto por todos, sienten que son horribles ante los demás, al grado de que se encuentran en un estado constante de sufrimiento, llegando a provocar un grado de incapacidad, como es aislamiento social, por el miedo a que su ser defectuoso sea visto.

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Se estima que entre 1 y 2% de la población mundial tiene dismorfofobia. Los síntomas, generalmente, inician en la adolescencia, cuando uno se encuentra más sensible a las críticas respecto a la apariencia física, debido a los cambios que acontecen en este periodo de nuestra vida, pero también se han observado casos cuyo inicio se da en la infancia o en edad avanzada. Contrariamente a lo que podría suponerse, no es una enfermedad exclusiva de algún sexo; según las recientes investigaciones, afecta a hombres y mujeres por igual.

No hay una zona del cuerpo en donde exclusivamente se piense que existe el defecto. Las personas con TDC pueden pensar que su problema se encuentra en la espalda, las rodillas, el tamaño de la cabeza, en sus genitales, etc. Hay algunos que tienen una excesiva preocupación por el aliento (halitofobia), u otros que tienen la fijación en el volumen de su musculatura. A ésta última variante de TDC también se le conoce como vigorexia, anorexia nerviosa inversa o complejo de Adonis. En este caso, el individuo tiene una adicción por ejercitarse en actividades físicas, en donde se desarrolle la musculatura, dado que se siente débil o enclenque; en pocas palabras, es que lo que estas personas perciben no concuerda con la realidad.

Según Katharine Philips, autora del libro “El espejo roto: Entendiendo y tratando el Trastorno Dismórfico Corporal”, las zonas del cuerpo en donde más suele pensarse que existe la anomalía son: la piel, pelo, nariz, estómago, pechos, genitales, ojos y dientes. Las mujeres se preocupan más por la cara, pelo y pecho, pero en cambio los hombres se preocupan más por los genitales.

El TDC tiene diferentes grados de severidad. Hay quienes se obsesionan tanto que dejan de ir a la escuela, abandonan sus trabajos, o, si ya son padres, se olvidan de sus hijos. Pero también hay quienes continúan con su vida con bastante normalidad, ya que pueden cumplir con sus tareas e incluso ser exitosos en lo que hacen. Pero todos tienen algo en común, primero esa excesiva preocupación, aunado al sentimiento de que son feos o de que algo de su físico no está bien, y, entonces, se presenta ese continuo sufrimiento al que están sometidos.

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Se debe tener claro que una persona que tiene TDC va más allá de la simple preocupación o sobre-interés por su apariencia. Por la ansiedad excesiva que presentan, pasan en promedio de 3 a 8 horas al día pensando en el supuesto defecto. Suelen mirarse al espejo, o por el contrario evitan a toda costa mirarse en ellos.

La dismorfofobia fue documentada por primera vez en 1886 por el psiquiatra Italiano Morselli. Él la definió como el miedo a la propia fealdad, en donde los individuos temen ser o convertirse en deformes. Para los psicólogos, esta perturbación forma parte de los trastornos relacionados con los desordenes obsesivos compulsivos que alteran la percepción de uno mismo. Cuando una persona con TDC se mira al espejo, observa una imagen distorsionada de su propio cuerpo y no se corresponde a lo que realmente observamos. Por esto, cuando ellos se describen utilizan adjetivos como: feos, poco atractivos, deformes, desfigurados, grotescos, repulsivos o monstruosos.

Las personas con TDC tienen miedo al ridículo y a la humillación por su apariencia, por eso algunos se niegan a buscar ayuda; tienen miedo o vergüenza y quieren evitar que los tilden de vanidosos. En muchos casos se someten a una reclusión en sus hogares, de donde solo salen de noche o en aquellos momentos en que no son vistos. La baja autoestima y el aislamiento social les generan dificultades extremas en su trabajo y otros aspectos de la vida, se vuelven altamente dependientes de sus familiares y tienen problemas para encontrar y conservar amigos o pareja afectiva.
En casos extremos, el individuo con TDC puede hacerse alcohólico, fármaco-dependiente o adicto a otras drogas. Muchos presentan ideas suicidas o autodestructivas. Al TDC se le considera como el factor que más intensamente predispone hacia el suicidio. Más del 80% de las personas con dismorfofobia han pensado en suicidarse y el riesgo de que lo lleven a cabo se duplica, comparado con alguien que sufre de depresión clínica, o tres veces más alta que el riesgo de un individuo con trastorno bipolar.
Cuando tienen la solvencia económica, es común que una y otra vez recurran a la cirugía estética, sin embargo, dado que observan una imagen distorsionada de sí mismos nunca quedarán conformes con los resultados.

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Según los investigadores, la dismorfofobia puede deberse a la combinación de varias causas del orden psicológico y biológico. Por ejemplo, más de la mitad de los individuos con diagnóstico de este padecimiento reportaron hechos de violencia o burlas de su apariencia física durante su niñez. En algunos otros, los padres tenían una obsesión por la apariencia física y hacían un énfasis excesivo en la belleza corporal. También se considera que puede deberse a una predisposición genética o algún desorden que cause anormalidades en la función normal del cerebro. Sin embargo, no se descarta que la influencia de los medios de comunicación, y la excesiva veneración por la belleza física, puedan acelerar que alguien con la predisposición caiga en la enfermedad.

Recuerda que ocuparse del aspecto físico no es lo mismo que preocuparse u obsesionarse. Si conoces a alguien que pueda sufrir de dismorfofobia, recomiéndale que asista con un especialista. O si tú sientes que encajas en el perfil de alguien con TDC, no dudes en buscar ayuda profesional. Actualmente, se ha demostrado que alguien con TDC puede controlarse o incluso recuperarse con la medicación adecuada, apoyo psiquiátrico o terapia psicológica. Si sientes que pudieras padecer este trastorno, recuerda que necesitas ayuda para poder superarlo. Mereces vivir una vida tranquila y feliz.

[1. Phillips Katharine A. (2005). The broken mirror Understanding and treating body dysmorphic disorder. New York: Oxford University Press.
2. Phillips Katharine A. Suicidality in Body Dysmorphic Disorder Primary Psychiatry. 2007;14(12):58-66
3. Adicción a la cirugía plástica. www.alemana.cl/reader/alemana/pub/v03/S9701Articulos/S0101200603/news9007.html
4. La enfermedad de los rostros ocultos. www.intramed.net/actualidad/contenidover.asp?contenidoID=38805]]




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