Por ello, comprender las vías a través de las cuales la actividad física influye en los diferentes sistemas y órganos del cuerpo humano «podría dar lugar a nuevas estrategias terapéuticas para atacar los mecanismos de las enfermedades cardiovasculares«. En este trabajo ha participado Mikel Izquierdo Redín, catedrático del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investigador de Navarrabiomed (centro mixto de investigación biomédica de esta institución y el Gobierno de Navarra).
«La pérdida de fuerza y masa muscular es uno de los factores de riesgo ‘olvidados’ de la enfermedad cardiovascular –señala Mikel Izquierdo, responsable del grupo de investigación Ejercicio Físico, Ciclo de la Vida, Envejecimiento Activo y Salud (E-FIT) y miembro del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA)–. Sin embargo, puede ser corregido con un programa de entrenamiento de fuerza, incluso, en personas mayores«.Los autores del artículo, adscritos a universidades, centros sanitarios e institutos de investigación de 4 países (Estados Unidos, España, Portugal y Suecia), subrayan que ya es hora de considerar el ejercicio físico como «una medicina para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares«. Ponen el acento también en que, «a diferencia de la mayoría de los fármacos, el ejercicio está, en gran parte, libre de efectos adversos, y sus beneficios son, en un cierto grado, dosis-dependientes«; es decir: una vez lograda de forma gradual una habituación a él, se pueden aumentar las dosis de actividad física.
Potencial poco conocido de la actividad física
Sin embargo, los investigadores lamentan que «el tremendo potencial del ejercicio de resistencia y del entrenamiento de fuerza para revertir tanto la enfermedad como los efectos del envejecimiento sobre la masa muscular y, por lo tanto, mejorar la salud cardiovascular es poco reconocido en la mayoría de los tratamientos clínicos«.
De ahí que plantean «una visión integradora de las enfermedades cardiovasculares en el contexto de todo el cuerpo humano«. El sistema cardiovascular (corazón, vasos sanguíneos —arterias, venas y capilares— y sangre) «no debería ser separado de otros órganos, como los ya citados músculos esqueléticos o la microbiota intestinal cuando se abordan las enfermedades cardiovasculares«, defienden. Esta visión integradora se traduce en incluir no solo el sistema cardiovascular, sino también «la interacción entre el corazón y los vasos sanguíneos con otros tejidos –incluido el músculo esquelético, el tejido adiposo e, incluso, el intestino–, y empleando, además, diversos enfoques: epidemiológicos, fisiológico y molecular«. A su juicio esta perspectiva integradora «podría ser de gran ayuda para los profesionales sanitarios que no prescriben ejercicio físico a sus pacientes«[.]
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