Madres e hijas, vínculo para toda la vida

Madre
Relación madre e hijos

No hay una relación más  profunda como la que se establece con la mamá; el  hecho de habitar su cuerpo por los meses necesarios es lo que inicia tan increíble vínculo. Por ese determinado tiempo somos totalmente dependientes a ese hogar que es el vientre materno, encontrándonos completamente a la merced del cariño de una madre que nos da casa dentro de ella.

Este cuidado no queda sólo en ese comienzo sino que continúa aún cuando dejamos de compartir un cuerpo, es en los momentos que siguen donde el bebé comenzará a comprender que él es un sujeto separado de aquella madre – universo. La madre enseña al bebé  a vivir su propia vida, mediante el cariño y atención que brinda al pequeño. En otras palabras, la madre se convierte en la traductora por excelencia del mundo, la mamá traduce al pequeño todo aquello que sucede, ya sea internamente (hambre, sueño) o externamente (día, noche, horarios de dormir) es, a partir de entonces, que el bebé comienza los primeros pasos que eventualmente lo llevarán a ocupar su propia vida y comenzar a vivir en este mundo.

El psicoanalista Donald W. Winnicott expresa: “El bebé existe siempre con alguien más; una mamá que lo corporaliza, lo construye, lo invita amorosamente a vivir.”  Remarcando la importancia del vínculo que tiene el bebé con la mamá, un vínculo que crea una historia.

Sin embargo, la relación madre-hijo, como cualquier otro tipo de relación,  puede verse afectada por un sinfín de causas, desde la idea de que la mamá no comprende el porqué de cierta conducta, por ejemplo las salidas en las noches, hasta temas más personales como los desacuerdos con la pareja del hijo o hija.

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Es normal que existan discrepancias y peleas entre los hijos y sus mamás, porque también estas peleas van marcando intentos del hijo de diferenciarse de la madre y de sus ideales en aras de crear los propios, sin embargo, la calidad y cantidad de estos problemas no deben de rebasar cierto límite, que es el cariño que se tiene a la relación y a la persona, ya que cuando ese límite se traspasa, los daños al vínculo comienzan a ser más profundos y, si estos continúan, terminan siendo cada vez más difíciles de sanar.

Tanto madre como hijo deben de tener presente que el otro tiene un mundo interno y que en momentos no se puede estar totalmente  de acuerdo con el otro, ya que, al igual que para todos habrán días buenos y malos; por lo tanto siempre se debe comprender  aquello que le sucede al otro, de ahí la importancia de una comunicación sana entre la madre y su hijo. Es importante que, hasta cierto punto, uno esté informado de lo que sucede en la vida del otro para poder saber que existen momentos de dolor que pueden llevar a conductas que, sin una explicación, podrían malinterpretarse.

Cada uno tiene un rol en la relación y eso hay que tenerlo siempre presente, la madre será siempre madre al igual que el hijo será siempre hijo, no hay que confundir los roles y hay que comprender que cada uno tiene una función importante en la relación; es lógico que la madre tenga que actuar como un agente limitante del hijo (al no permitir ciertas cosas: viajes, salidas, cambios radicales) porque esa es su función en la relación. Al tener presente lo anterior, podemos dejar de confundir las posiciones y comenzar a ser mucho más conscientes de aquello que es real y de aquello que  podemos esperar de la relación.

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