diciembre 25, 2024

Miedo a envejecer

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Psic. Monserrat López Lugo
Psic. Monserrat López Lugo
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Es inevitable el envejecimiento

Todos sabemos que es inevitable envejecer. Es parte de un ciclo de vida y pieza fundamental de nuestro desarrollo. Muchas veces escuchamos decir que uno ya es viejo después de cierta edad; algunos dicen que después de los cincuentas, cuarentas, treintas … Pero la verdad es que desde que nacemos empezamos a envejecer. Incluso desde el embarazo, nuestros cuerpos fueron evolucionando, influyendo en nuestra condición física y mental.

Cada hora, minuto o segundo que pasa, nuestro cuerpo está cambiando y envejecemos, inevitablemente. Por tanto, es inútil luchar contra ello y pensar que uno puede ser inmune al envejecimiento.

¿Significa esto dejar que envejezca y ya? La respuesta sería no y sí. Es verdad que no hay nada que pueda evitar el que un día seamos ancianos, salvo que la muerte nos tome desprevenidos, y ésta, definitivamente, no es una salida óptima. Sin embargo, todavía existen dos formas en que podemos influir directamente sobre el envejecimiento: nuestra actitud y “hacerlo bien”.

Erik Erikson (1902-1994) fue un psicoanalista alemán que planteó varias etapas de desarrollo psicosocial en el hombre. En especial nos habla acerca de que puede haber una generatividad contra el estancamiento. Una vez que muchos se han logrado establecer, ya sea con un trabajo fijo o una familia propia, es posible que lleguen a sentirse estancados ante la falta de nuevos retos. Es decir, se sienten aburridos a causa de la rutina diaria e “inválidos” para buscar nuevos objetivos ante la pérdida de condición física y mental.

Erikson señala que la mejor respuesta ante esta etapa consiste en participar en forma activa en la enseñanza y orientación de la siguiente generación. Menciona que una fortaleza básica consistiría en mostrar interés por los demás, ya sean hijos, nietos o alumnos, para enseñar y completar la propia identidad.

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También existe un reto de integridad de uno mismo contra la desesperanza. Son varios los que comienzan a “revisar” la vida con frustración, sienten enojo por las oportunidades pérdidas y arrepentimiento por los errores que ya no pueden corregir. Se muestran disgustados con ellos mismos, despreciativos con los demás y amargados por lo que pudieron haber hecho y no hicieron.

Por eso mismo, la respuesta estará en la forma en que evaluemos nuestra vida a nivel global. Hay que darse cuenta de que nuestras metas principales están cerca de completarse y debemos mirar hacia atrás con un sentido de plenitud y satisfacción, tanto por las victorias como los fracasos. Es decir, seguir interesándonos en nuestra calidad de vida, sin tomar en cuenta únicamente los malos momentos.

Es común que el envejecimiento nos atemorice y produzca en nosotros sentimientos de profunda tristeza. La depresión es cada vez más común en ancianos, que se sienten abandonados y sin relaciones cercanas. Los hijos han crecido, han perdido a su pareja o amigos, ya no laboran, su salud ha decaído y no cuentan con apoyo de su comunidad. Sin embargo, para tener un buen envejecimiento es imprescindible tener en cuenta la autoestima.

De nada sirve que sigamos igual de jóvenes si a los veinte años nos sentimos como si tuviéramos ochenta. Realmente el miedo a envejecer no tiene una edad predeterminada. Existen personas que, aunque su edad cronológica sobrepasa la tercera edad, son muy activos en su vida; juegan póker con sus amigos, se reúnen diariamente, participan en clubes de lectura, juegos, reuniones, visitan museos, viajan alrededor del mundo, etc. Incluso, algunos “reinauguran” los lazos con su pareja o comienzan a salir con nuevas personas. Esto es algo cada vez más común, en especial ahora que hay más oportunidades de relacionarse con personas del mismo rango de edad.

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Por último, rescato un diálogo de Elsa y Fred (2005), película argentina que narra cómo dos ancianos se conocen y entre ellos surge un romance. Fred, hombre pesimista y deprimido le pregunta a la siempre enérgica Elsa:

— Elsa, ¿qué es lo que somos?… yo me siento raro.

— ¿Raro bien o raro mal? – responde Elsa.

— Raro. Hablas como si fueras una adolescente.

— ¡Pero es que yo soy una adolescente!

— Sí, eres una niña en un cuerpo de mujer mayor.

— Una vieja inmadura.

— Una mujer adorable.

— Entonces es raro bien.

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