Hacía ya algún tiempito, que Alfonso y yo ya no éramos los mismos de siempre, nos faltaba tiempo para convivir como pareja, constantemente estábamos en compañía de algún amigo o familiar, no platicábamos como antes e, incluso, ni siquiera teníamos los mismos detalles entre nosotros. De a poco fui cayendo en la cuenta de cómo los seres humanos nos dejamos atrapar por esa gran telaraña llamada “VIDA COTIDIANA” y no alcanzamos a acomodar las cosas en su preciso lugar ni a distinguirlas en su justa dimensión.
Quiero decir que al encontrarme de frente en mi zona “emocional”, la más honesta y transparente que hay, me di cuenta que para disfrutar de una relación de pareja plena y satisfactoria, debemos evitar que situaciones familiares, laborales o, de otra índole, afecten la convivencia diaria y ubicarlas en el lugar que les corresponde; es decir, no porque me va mal en la oficina me voy a desquitar con mi pareja, o peor aún, no voy creer que mi relación no va a funcionar influenciada por la mala relación que tienen mis padres; cada paquetito en su propio lugar y con su propia gente, de lo contrario, contaminamos todo lo que nos rodea y mezclamos las cosas que no van, no combinan y, peor todavía, echan a perder lo bonito, lo ya construido con amor, confianza y muchas ganas de perdurar y crecer.
Así que aun cuando mi relación ya no pudo continuar, comprendí que la próxima vez que establezca una nueva relación de pareja, debo aplicar lo que llaman “inteligencia emocional” y así poder transcurrir al lado de un compañero de vida COMO UNA MUJER PLENA.
*Terapeuta
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