Candy, un infierno autodestructivo

Basada en la novela de Luke Davies, el cineasta australiano Neil Armfield nos ofrece una trágica historia pasional, un relato profundo de amor que traza la intensa relación entre dos jóvenes drogadictos: un poeta y una pintora frustrados que se ven envueltos en un infierno autodestructivo.

El filme llega hasta las últimas consecuencias, con una mirada muy realista que desnuda el alma humana, que se torna cruda pero nunca excesiva. Se trata de Candy, una brillante obra australiana, que refleja la calidad que desde hace muchos años ha caracterizado al cine de aquél inmenso país.

Testimonio vibrante, agudo, que deja huella en el espectador, pero que no resulta agobiante, gracias a la sensibilidad y destreza del director, quien sabe manejar con certeza las elipsis en los brincos del tiempo narrativo, lo que le da agilidad en el ritmo.

Sin concesiones ni convencionalismos, Armfield sigue el mayor número de pormenores en esta sobrecogedora historia para adentrarnos en el derrumbamiento de Candy y Dan, estos dos protagonistas físicamente atractivos que en apariencia conformaban la pareja ideal. Más que historias individuales, es la historia única de dos seres estrechamente vinculados, pero imposibilitados para lograr juntos sus objetivos, incapaces de sobrevivir.

Con lucidez, el director crea un clima de ruptura de conductas que conduce a un desenlace inesperado. Hay que resaltar empero, la manera en que cuida el equilibrio y la armonía. Por eso mismo, la esencia de la trama no podría ceder al happy end ramplón, porque va al hueso de la historia.

Hay una tensión interna permanente, que transmite una sensación de angustia cuando el espectador es testigo de las vivencias de esa pesadilla interior, de la impotencia por ayudarles desde la comodidad de la butaca. Pero a fin de cuentas, no hay que olvidar, es una lección de vida.

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El reparto contribuye en gran medida a sostener la fuerza interior del filme, bien sustentado por el ya fallecido Heath Ledger, en su anterior y muy elogiada interpretación del Guasón en “Batman. El Caballero de la Noche”, y de la espléndida actriz de 26 años, Abbie Cornish, respaldados en un gran papel secundario por el siempre brillante Geoffrey Rush, los tres australianos.

Drama, en efecto, pero cine inteligente, con fundamento y sustancia. El arte nos dice a veces la verdad de lo que somos.




Escrito por

Crítico de cine con amplia trayectoria; ha asistido a diversos festivales. Colaborador actual en "Formula Financiera" y "México al Día"


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