Los maestros no saben qué hacer con ellos, los padres y madres de familia están desesperados y las escuelas los expulsan a la menor provocación; se trata de los niños con Trastorno por Déficit de Atención (TDA), que se estima en más de un millón y medio en nuestro país y sólo el 8 por ciento está diagnosticado o tratado.Datos de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP, 2006), señala, además, que en México entre el 5 y 6 por ciento de la población de 6 a 16 años de edad lo padecen, en su mayoría varones, con una relación de 3 a 5 niños por una mujer.
El trastorno por Déficit de Atención tiene una sintomatología que se puede confundir fácilmente con alteraciones de tipo neuronal o conductual, por lo que los diagnósticos deben realizarse por especialistas o instituciones serias y con amplio manejo del tema.
No obstante, la realidad es que los niños no están siendo diagnosticados adecuadamente y sí, en cambio, hay un uso indiscriminado en la prescripción de medicamentos que están dañando irreversiblemente a los infantes.
Dice la psicoanalista Esperanza Pérez de Plá, integrante de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, que “en los centros escolares, los propios maestros sugieren o recomiendan a los padres de familia con hijos “hiperactivos” utilizar medicamentos para tranquilizarlos y que tengan un mejor aprovechamiento escolar”.
“Lo mismo sucede con algunos psiquiatras, neurólogos o pediatras que prescriben el medicamento, incluso a niños de 3 ó 4 años de edad, sin tener un diagnóstico que sustente el uso de fármacos para el niño en cuestión”, comenta la especialista.
Pérez de Plá, psicoanalista con 35 años de experiencia clínica, advierte que medicamentos mal indicados pueden afectar la estructura psíquica del menor, alterar su relación con la realidad y causar adicción a largo plazo, entre otros efectos.
“A pesar de no estar 100% demostrado, muchos de estos medicamentos pueden ser adictivos, expresa y es contundente al señalar que e l Trastorno por Déficit de Atención “debe tratarse con un enfoque multidisciplinario, donde se tome en cuenta el contexto familiar y social del niño, ya que el problema, más que una situación genética (como sostienen algunos especialistas), tiene que ver con la disfunción familiar y una sociedad cada vez más hiperquinética”, puntualiza Pérez de Plá.
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