Por Clara Jusidman. Algunas buenas noticias pueden encontrarse ocasionalmente en la prensa como es el hecho de que ya contemos con un sistema de información que nos permite dar seguimiento periódico a la situación de salud y nutrición de las y los mexicanos.
Es a partir de la creación en 1986 del Sistema Nacional de Encuestas de Salud, que finalmente dejamos de estar a obscuras sobre datos fundamentales para la toma de decisiones de política en campos tan importantes como es la salud y la alimentación.
Así, el pasado 9 de noviembre se dieron a conocer los principales resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012en la que se visitaron 50.5 mil hogares en todo el país a finales de 2011 y en los primeros meses de 2012.
Como todo este tipo de encuestas, sus resultados plantean riesgos políticos para los responsables de las áreas de la administración pública relacionados con los temas que abordan las encuestas.
Por lo que señalan las notas de prensa, en el caso de la mencionada encuesta, varias organizaciones tuvieron que ejercer presión para que se adelantaran sus resultados, con el fin de que fueran de utilidad para el diseño de los programas del nuevo gobierno.
Entre mayor autonomía tienen las instituciones que producen información, mayor certeza y seguridad tendremos las y los ciudadanos de que sus datos no serán manipulados y que sus resultados serán entregados con oportunidad y no condicionados a los calendarios políticos, como tantas veces ha ocurrido por ejemplo con la información sobre pobreza y desigualdad.
Otro aspecto que revela la forma en que fue presentada esta encuesta es la necesidad que tienen los funcionarios de leer los resultados de tal manera que la imagen de su sector no se vea tan afectada.
Por ejemplo, el boletín oficial comunica que “en los últimos años se redujo el ritmo de crecimiento de sobrepeso y obesidad, ya que con el aumento que registraba, se preveía que en 2012, 53 millones de adultos tuvieran este problema, sin embargo, afecta a 48 millones”.
Es decir, desde la óptica de la Secretaría de Salud se debe celebrar que hay cinco millones menos de personas con obesidad y sobrepeso de lo que se podía esperar por la tendencia previa. Por el bien del país, fallaron las proyecciones.
El periódico La Jornada, con otro enfoque, nos informa que “en seis años, sube 7.5 millones el número de personas con sobrepeso y obesidad en el país, condición que afecta a 71.1 por ciento de los mayores de 20 años de edad, por lo que es considerado una epidemia en México”.
Realmente no es menor el hecho de que 7 de cada 10 mexicanos mayores de 20 años se encuentren excedidos de peso, pues las repercusiones en el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas se potencian ampliamente.
Es así que el boletín emitido por la Secretaría de Salud señala que se estima que 13 millones de personas entre 20 y 60 años padecen diabetes.
Para 2012, sólo 1.6 millones de mexicanos que se saben diabéticos se encuentran en un control metabólico óptimo, aunque es siete veces más la cifra que se tenía en 2006 que llegaba a 200 mil pacientes.
La verdad sea dicha, la Secretaría de Salud no puede ser responsabilizada de nuestra genética, ni de nuestros hábitos de alimentación y de ejercicio físico, sólo puede orientarnos, pedirnos que vigilemos nuestro peso, que adoptemos hábitos saludables de vida y tratar de hacer acuerdos con la voraz industria de alimentos procesados para que tenga mayor responsabilidad en lo que ofrece al mercado, y publicita por medio de pagos millonarios a los únicos que en nuestro país gozan de total libertad de expresión que son los dos consorcios televisivos.
Anteriormente aprendíamos a comer en la casa, era en las comidas preparadas y servidas en familia donde se nos enseñaba cuáles eran alimentos saludables y cuáles dañinos, cuáles calientes y fríos, cuáles se comían primero y cuáles al final y a qué horas, cómo debían combinarse y cocinarse.
Lamentablemente la alimentación es uno de los saberes para la vida cuya enseñanza está ahora en manos de la televisión, de la propaganda, de los comercios y de poderosas trasnacionales de alimentos que ninguna preocupación tienen por nuestra salud y buena nutrición, ni por los crecientes costos que para el sistema de salud y el bolsillo de las y los mexicanos tienen los gastos en el tratamiento de enfermedades crónico-degenerativas. Su interés es vernos como clientes y engrosar sus ganancias.
Vale la pena entrar a la página de la encuesta www.ensanut.insp.mx, para verificar con información cuantitativa algunos mitos que se van creando sobre la evolución de la salud y la nutrición de la población mexicana.
Clara Jusidman. Analista del Cambio Social y Presidenta de INCIDE Social A.C. Fuente CIMAC/NOTICIAS