Cuando decidimos elegir una dieta para reducir nuestro peso corporal, por lo general echamos mano de las dietas que están más a nuestro alcance, como las que recomiendan por televisión, radio, revistas o internet, las cuales, incluso, aconsejan una nueva cada mes.
Además, estamos bombardeadas por la publicidad de la calle, la información de diversas clínicas, tratamientos, folletos de farmacias, medicamentos e infinidad de métodos reductivos. Ante todo, esto, nos preguntamos ¿cuál es la dieta adecuada para mí?, ¿qué resulta más efectivo?, ¿cómo cuidar la salud?
El objetivo de una buena dieta es estar bien alimentado.
Para Luisa Maya Funes, nutrióloga–psicoterapeuta, deberíamos comenzar por plantearnos que “dieta” significa estilo de alimentación, por lo que existe una multiplicidad de dietas; cada una diseñada con un objetivo específico:
- La dieta normal de una persona sana.
- La dieta para las diferentes etapas del desarrollo, desde la del lactante que inicia su proceso de ablactación (adaptación a sus primeros alimentos).
- La dieta del preescolar, del niño, del adolescente.
- Dietas hipercalóricas que pretenden ayudarnos a bajar de peso.
- Dietas para padecimientos específicos como el daño renal o la colitis.
- Dietas para personas con diabetes.
- Dietas vegetarianas o hiperenergéticas para deportistas de alto rendimiento, etc.
Las dietas deben ser diseñadas en forma individualizada acorde con las necesidades de cada persona.
El objetivo de una buena dieta -enfatiza la especialista- es estar bien alimentado, por lo que el régimen alimenticio debe ser personalizado, adaptándose a las necesidades específicas de cada persona.
También debe ser acorde a su edad, sexo, estado de salud y grado de actividad física, considerando además otros elementos como sus hábitos de alimentación, la disponibilidad de comida en la región, el nivel socioeconómico y sus gustos o su estilo de vida.
La dieta debe ser diseñada de manera específica por un nutriólogo o por un médico especialista en nutrición, destaca Luisa Maya.
Siempre que planteemos la posibilidad de someternos a una dieta o régimen alimenticio específico, alerta la especialista en nutrición, debemos considerar que nos enfermamos de obesidad debido a los abusos y excesos cometidos.
La curación no depende de los medicamentos u otro tipo de tratamientos, dice, sino de modificar nuestros malos hábitos, evitando las transgresiones y aumentando el ejercicio.
Cuidado con las dietas que…
- Prometen reducir más de un kilogramo de peso por semana.
- Requieren complementarse con vitaminas y sales minerales.
- Dependen de medicamentos, pastillas, inyecciones, productos o alimentos especiales.
- Omiten un grupo de alimentos (ya sean carbohidratos, cereales, grasas, azúcares, carnes, etc.).
- Afirman que se puede comer todo lo que se desee de ciertos alimentos (no debemos olvidar que todos los alimentos contienen calorías, por lo que no pueden consumirse en forma ilimitada sin enfrentar las consecuencias).
- Prometen cambiar el metabolismo para siempre (invariablemente cuando nos excedamos en nuestro consumo calórico volveremos a subir de peso).
- Afirman que no pueden mezclarse alimentos de diferentes grupos en la misma comida.
- Promueven los ayunos o el consumo de un solo alimento por día.
- Señalan que es suficiente con alimentos exclusivamente a base de jugos.
- Aseguran que ciertos alimentos tienen la capacidad de quemar las grasas (ni la toronja, ni el limón, ni el apio, ni el licuado de piña con nopal, ni el noni; ningún alimento tiene esa capacidad).
Una buena dieta debe
- Ser diseñada en forma individualizada acorde a las necesidades específicas de cada persona.
- Tener un buen balance de nutrimentos (proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas, sales minerales y agua).
- Lograr la reducción de peso en forma inocua y efectiva.
- Asegurarnos que perderemos tejido graso y no líquidos o masa muscular.
- Reeducar nuestros hábitos de alimentación para mantener los logros en forma permanente.
- Ser variada para garantizar el consumo de todos nuestros requerimientos.
- Ser suficiente para no padecer hambre ni deficiencias alimentarias (anemias, descalcificaciones, etc.).
- Promover la moderación, no la restricción.
Debemos incrementar la actividad física, establecernos metas realistas para la reducción de peso y concientizarnos de que la obesidad es un padecimiento crónico, por lo tanto, debemos cuidarnos y vigilarnos de por vida, concluye la experta.