diciembre 2, 2024

Adicción a la comida

Luisa Maya Funes
Luisa Maya Funes

Mientras millones de mujeres mueren de hambre en los países subdesarrollados, otros muchos millones comen en exceso, hacen poco ejercicio y se exponen a una muerte prematura debido a las enfermedades provocadas por excesos en la alimentación.

Sin embargo, estos contrastes no afectan a las mujeres que consumen alimentos de manera adictiva; su principal preocupación gira en torno a comer o no comer, añadiendo a esto la culpa por los abusos cometidos.

Las personas obesas o comedoras compulsivas canalizan su ansiedad a través de la ingesta constante de comida y, por lo consiguiente a incrementar aún más su sobrepeso y, si es bulímica, la sensación de culpa es canalizada a través de laxarse o autoprovocarse vómitos para tratar de mantener un peso corporal adecuado.

Generalmente a la mayoría de las mujeres nos resulta muy difícil encontrar un equilibrio congruente para el consumo de los alimentos, manteniendo las necesidades energéticas de nuestro organismo y, a la vez, el control de nuestro peso corporal; esto se torna un problema complejo y difícil de delimitar; en él intervienen mecanismos tanto bioquímicos, metabólicos, de actividad física, genéticos y psicológicos.

Ahora bien, el alimento se convierte en droga cuando lo consumimos voluntaria y conscientemente, en forma excesiva o compulsiva para tratar de modificar nuestro estado anímico o, en otros términos, para aislarnos de la realidad intentando llenar mediante la comida nuestra sensación de soledad, depresión, vacío o aburrimiento.

Definir o precisar cuando consumimos el alimento como nutrimento o como droga no es cosa fácil, dado que la vida de una persona adicta al alcohol, al tabaco o a las drogas se organiza al rededor del consumo del agente adictivo de igual manera que sucede con el comedor adicto, cuyo pensamiento y estilo de vida gira en torno al alimento; sin embargo, la comida constituye una necesidad irrenunciable, por lo que a diferencia de las otras adicciones en que la curación se logra a través de la abstinencia, el comedor adicto debe adquirir control sobre su naturaleza compulsiva y su voracidad para alcanzar la autorregulación en su consumo calórico. Queda claro que nadie puede dejar de comer, por lo que la única alternativa es aprender a moderar el consumo alimentario.

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Otras diferencias significativas son que las adicciones como la del alcohol o las drogas son rechazadas o reprimidas social y legalmente, mientras que la respuesta hacia el adicto a la comida es mucho más permisiva ya que como consideramos el alimento constituye una fuente de vida, por lo que sólo juzgamos a quienes abusan de él por su aspecto estético o por la falta de cuidado hacia su salud; incluso en ocasiones, la adicción al alimento tiende a ser promovida socialmente como manifestación de afecto, gratificación, compañía o conmemoración de ocasiones específicas a lo que, por supuesto, quienes consumen alimentos en forma adictiva resultan especialmente susceptibles.

Así en las personas adictas a la comida, la ingestión del alimento no tiene la finalidad de disminuir su sensación de apetito, como sucede en los individuos normales; sino que esto se correlaciona con una sensación de culpa y una mayor ansiedad que promueve la necesidad de seguir comiendo, o de buscar vías alternativas a través de los alimentos «light» para reducir su ingesta calórica y así inician un círculo vicioso de excesos y recaídas que les lleva a convertirse en «cazadoras de dietas», además de consultar médicos, periódicos, revistas, amistades y sofisticadísimos «remedios mágicos» que sólo los exponen a arriesgar su salud.

Desgraciadamente, cuando la compulsión por la comida se convierte en una conducta adictiva es muy difícil salir del problema por si solos, de la misma manera que es muy difícil resolver el problema simplemente con someterse a una dieta, la cual generalmente resulta casi imposible seguir.

Una persona adicta a la comida requiere de una terapia integral, en la cual pueda asesorse por un médico que evalúe las causas por las que el individuo llegó a este tipo de situaciones, y descarte la posible existencia de un factor de índole orgánica que haya provocado toda ésa situación; requiere del apoyo de un nutriólogo que oriente y reeduque sus inadecuados hábitos de alimentación y, requiere también, de una psicoterapia que le sirva de apoyo y le ayude a analizar y tratar de resolver las causas que le han llevado a caer en la adicción a la comida.

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