Cuidado con el bronceado

La piel es el órgano más grande del cuerpo, y el más sensible al tacto y al medio ambiente, y se constituye como nuestra primera barrera de defensa contra el mundo externo. Por ello, requiere de un cuidado constante y riguroso para evitar alteraciones, que no sólo afectan su apariencia sino incluso pueden poner en riesgo nuestra salud.

En lo que respecta a su relación con el sol, la piel está capacitada para defenderse de la radiación ultravioleta. Sin embargo esta radiación va dañando lentamente la piel y va produciendo cambios. Es preciso recordar que cuando se habla de sol no sólo se trata de la playa o de vacaciones, se habla de la exposición constante al sol a lo largo de nuestra vida, y el daño que hacemos se va acumulando y por ello es muy importante protegerla adecuadamente y evitar así el cáncer de piel.

Para el doctor Enrique García, reconocido dermatólogo y actual Presidente de la Fundación Mexicana para la Dermatología, la exposición intencional a los rayos del sol, o la exposición en camas de bronceado provoca exactamente el mismo daño – ni más ni menos. Estas dosis extras de sol se suman a las que ya tenemos por vivir en la superficie de la tierra y esto empeora aún más el problema.

Las primeras alteraciones en nuestra piel son los llamados cambios cosméticos como las manchas, las arrugas, la laxitud y finalmente se pueden desencadenar problemas mucho más graves, pudiendo llegar al cáncer de piel o melanoma.

Los daños del sol en nuestra piel son acumulativos, desde nuestro nacimiento, y son los mismos independientemente del color natural de la piel, o lo que conocemos como fototipo, que es la capacidad de la piel para asimilar la radiación solar:

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Fototipo I

Personas de piel muy pálida generalmente pelirrojas, cuya piel que se quema, apenas se broncea y suele sufrir reacciones fotoalérgicas al exponerse de forma prolongada a luz solar directa.

Fototipo II

Personas de piel blanca, sensible y delicada; en general de cabellos rubios o claros, al igual que la I apenas se broncea y sufre reacciones fotoalérgicas en caso de exposición prolongada al sol.

Fototipo III

Es el más común; personas de cabello castaño y pieles de color intermedio que enrojecen primero y se van bronceando después de su exposición al sol.

Fototipo IV

Pertenece a personas de cabellos oscuros de pieles morenas u obscuras que se broncean con rapidez al exponerse directamente al sol.

Existen productos autobronceadores, a base de hidroxiacetona, que ayudan a oxidar los melanocitos de la piel y a partir de este fenómeno logramos una pigmentación más oscura. Los pigmentos externos son de origen vegetal y al ser totalmente superficiales, brindan un color bronceado uniforme.

Si alguien persiste en su afán por la exposición al sol, se puede disminuir el daño consumiendo antioxidantes que nos ayudan a reparar en parte el daño que el sol produce directamente en el tejido, y complementarlo con filtros solares. Sin embargo, a pesar de estos cuidados, es importante señalar que el daño se sigue acumulando, quizá en menor cantidad pero persiste.

En conclusión no hay un bronceado sano afirmó el doctor Enrique García y debemos extremar precauciones para cuidar nuestra piel, sin importar el fototipo al que pertenezcamos o el filtro solar que usamos diariamente.

Existen productos que son una alternativa en la producción de colágeno y elastina en los que nos podemos apoyar si deseamos tomar el sol ya sea en playa o ciudad.

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Escrito por

Redacción, Plenilunia Sociedad Civil Fundada en el año de 2004, Plenilunia es una Sociedad Civil cuyo objetivo es fomentar el bienestar y la salud integral de la mujer.


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