noviembre 23, 2024

El príncipe azul… ¿existe?

Psic. Brenda Morales Arteaga
Psic. Brenda Morales Arteaga

Cuántas veces hemos escuchado los cuentos sobre princesas, aquellas hermosas mujeres con cualidades y virtudes extraordinarias, quienes, la mayoría de las veces, viven una situación no tan favorable o, al menos, no completamente feliz; sin embargo, guardan la esperanza de cambiar dicha situación en un momento u otro.

Cuántas veces nos identificamos con ellas, imaginando ser esa princesa, cuyo príncipe llega a su rescate y cuyo amor, a primera vista, nos saca de esa vida con la que nos sentimos algo insatisfechas. ¿Cuántas veces se vuelve éste nuestro caso? Contadas, diría yo.

Es cierto que la mayoría de las veces, ‘ese hombre o esa mujer ideal’ que nos ha planteado Disney en los cuentos de hadas, o bien influenciados por los libros, las revistas, la familia, los mitos (como el de Aristófanes de aquella mitad que nos hace falta), el alma gemela, la media naranja, etcétera, se aleja de la realidad en la que vivimos.

Gran parte, diría yo, se debe a la idealización que tenemos, por un lado, de esa perfección, de ese hombre lleno de virtudes, características inculcadas por la sociedad y, por otro lado, a esa falta y ese vacío en el que nos encontramos y que buscamos llenar y sustituir por medio de otro, de una pareja.

Primero que nada hay que aclarar lo siguiente: no habemos hombres ni mujeres perfectas, incluso, distamos mucho de serlo. Podemos buscar serlo, podemos intentarlo, incluso eso sería lo óptimo para desarrollarnos como personas; sin embargo, todas tenemos nuestras características propias, unas más agradables que otras, unas que nos hacen más o menos compatibles con el resto; lo mismo ocurre con los hombres. Todos somos diferentes, es ley de vida, no podemos generalizar.

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Por otro lado, resulta oportuno cuestionarse qué es lo que nos motiva a buscar un compañero sentimental… ¿será una búsqueda de cercanía o compañía de alguien con quien compartir nuestros días?, o bien, ¿una búsqueda de fusión? con fusión me refiero a esa búsqueda, un tanto inmadura, en la cual no se consigue una individualidad y autonomía como persona, lo que nos conduciría a sentirnos satisfechas con nosotras mismas, sino que, más que complementarnos, buscamos llenarnos a través del otro.

Nadie, ya sea tu compañero actual o aquel que has soñado tener en un futuro, tiene la obligación de entregarte tu felicidad en bandeja de plata; aunque así lo quisiera, tampoco podría hacerlo, eso depende de ti. El amor nace, fluye, no al tratar de resolver tus necesidades dependiendo del otro, sino al desarrollarnos nosotras mismas como personas. De esta forma, nos sentiremos más satisfechas con nuestra vida, teniendo así mucho amor que dar y volviéndonos más atractivas, y atrayendo, naturalmente, amantes hacia nosotras.

Es importante preguntarnos cuál es nuestra situación, qué nos está empujando a buscar una pareja y cómo estamos llevando a cabo esta búsqueda.

¿Por qué elegimos a un tipo de pareja en específico? ¿Qué nos llama la atención de la otra persona? ¿Qué es lo que nos hace ‘clic con esa otra persona’? Muchos hablan del flechazo, como en el mito del famoso Cupido: ‘amor a primera vista’, de la ‘química’ que hay entre las personas, entre las parejas, o bien de las feromonas y los receptores que hay en cada uno de nosotros, de compatibilidades, afinidades, destino… pero realmente ¿qué es?, ¿qué es aquello que nos lleva a estar con una persona y no con otra? ¿qué nos hace elegir a alguien en concreto como nuestra pareja?

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Las relaciones de pareja son más complejas de lo que parecen, y la elección de pareja, por tanto, podríamos deducir que lo es aún más. Muchos son los factores que entran en juego; muchas veces, aunque no nos damos cuenta, hombres y mujeres buscamos algo distinto en una relación a lo que, conscientemente, expresamos, llevándonos esto mismo a elegir una pareja ‘sin darnos cuenta’, es decir, realizando dicha elección, normalmente, de forma inconsciente.

Parece ser que las personas tenemos un modelo de persona que llama nuestra atención y con quien nos relacionamos. Este modelo lo hemos ido formando desde niñas y ha quedado, gran parte, en nuestro inconsciente, se ha basado tanto en las experiencias que hemos vivido en nuestros primeros años de vida con las personas significativas, como a lo largo de toda nuestra vida.

En ese modelo inconsciente, en muchas ocasiones, están incluidos aspectos patológicos de cada una de nosotras y, en consecuencia, nos enamoramos, no una, sino varias veces de personas que más que beneficiarnos nos dañan. Es por ello que tenemos que estar conscientes de aquellos aspectos conflictivos de nuestra personalidad que han permanecido inconscientes y que están condicionando nuestra elección de pareja.

Se trata de analizar y entender esta situación y hacerlo consciente, con el fin de lograr que nos atraigan personas que nos favorezcan. En caso de no saber cómo conseguirlo, podemos buscar ayuda de una terapia psicoanalítica, con la cual podremos dejar de repetir esos patrones y elegir una pareja de manera más consciente, dejando de visualizar el amor como algo complejo e imposible de lograr, y sintiéndolo como un elemento más de la vida.

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Todos buscamos la felicidad, ser felices para siempre; el objetivo es, entonces, ser y hacer lo que sea necesario para cumplir con aquellos criterios que lo determinan. El proceso analítico es una manera más de intentar vivir feliz ‘para siempre’, ya que da la oportunidad de reactivar, en la relación con el analista, aquellos conflictos que pueden estar limitándonos o bien bloqueándonos. A través del análisis de estos conflictos, nos podremos liberar de ellos y así disponer de esa energía para invertirla en un nuevo amor más genuino y verdadero.

El proceso analítico da la oportunidad de resolver conflictos inconscientes para dejar de repetir patrones de conducta, permite que nos conozcamos más y, en consecuencia, predecir nuestro futuro al tomar decisiones de acuerdo a lo que sabemos sobre nosotras mismas, lo cual, a su vez, nos ayudará a elegir a nuestra pareja de manera consciente.

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