diciembre 25, 2024

Hipnosis

Lisa Zütel
Lisa Zütel

A la hipnosis nos hemos encargado de revestirla de un halo de misterio. Y lo mismo la consideramos rigurosa técnica científica que charlatanería.
La historia deja claro que es todo menos una advenediza.
Fue una práctica utilizada –y documentada- en civilizaciones como la egipcia, griega, maya o celta.

Siempre ligada, es verdad, a atributos “divinos”, una condición fácil de entender si consideramos que se trata de un estado de reposo absoluto del cuerpo que se combina con un estado de alerta y receptividad extraordinarias por parte de la mente (inconsciente).

Franz Antón Mesmer fue el médico alemán encargado, en 1734, de arrancarle el velo de misticismo a la hipnosis, para colarla a la ciencia. Pero siempre con más enemigos que partidarios.

Tantos y a tal grado, que fue hace sólo hace dos décadas, en 1987, cuando la Asociación Médica Americana comenzó a considerarla una ciencia y, en consecuencia, empezó a ser impartida como profesión.

Sin entrar en tecnicismos médicos, ¿en qué consiste la hipnosis?
Es un proceso inducido que busca colocarnos en un trance que permitirá buscar, hasta encontrar, aquellos eventos traumáticos, emociones o episodios que afectaron negativamente alguna de nuestras conductas.

Una vez identificados, el reto es liberar la carga emocional implícita en ellos y, sobre todo, reprogramar la mente, rescribir nuevas creencias (sugestiones), capaces de generar bienestar físico, mental y emocional en un paciente.

La hipnosis es un proceso absolutamente natural en el ser humano. Cada noche, antes de dormir, entramos antes en un trance hipnótico espontáneo.
Y si la hipnoterapia no se utiliza más en el siglo XXI es porque aún tenemos muchos temores infundados sobre ella.

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Algunos creen que quien se halla en estado hipnótico duerme, pierde el control y la conciencia de lo que sucede durante la terapia. No es así. El paciente siempre percibe todo lo que sucede a su alrededor.

Responde a los estímulos y preguntas del terapeuta, en aras de la curación que ambos buscan, pero el paciente es dueño absoluto de sus acciones y aquello que dice.
Nadie puede obligarle a hacer algo que no desee o que sea contrario a sus principios.

Tampoco es posible correr el riesgo de quedar en trance de forma permanente, como algunos creen erróneamente.

¿Para qué puede servirme la hipnoterapia?

Su capacidad anestésica es irrefutable. Anula o reduce al mínimo la percepción de dolor, lo que es útil en caso de cirugías menores como las dentales.

Es útil en el tratamiento de adicciones al tabaco, alcohol, drogas, comida o al sexo.

Permite eliminar fobias, insomnio, mejorar problemas de déficit de atención y a agilizar las recuperaciones postoperatorias.

La clave es, sin duda, acudir a un experto calificado. El resto, corre por nuestra cuenta, eliminar el censor que nos hace criticarlo todo, bajar la guardia y dejar que el inconsciente sea nuestro mejor aliado a la hora de sanar.

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