La piel es nuestra presentación ante el mundo y a través de ella podemos ver las condiciones de salud de una persona. En esta época invernal, tiende a resecarse por las inclemencias del tiempo.
La resequedad excesiva es un síntoma que se presenta cuando el aire frío del exterior y el aire caliente del interior se unen, provocando deshidratación, pues la combinación de estos dos factores baja la humedad.
El uso del calentador es otro de los factores que aumenta la probabilidad de que nuestra piel se reseque. Con él, la dermis pierde también humedad, y tiende a agrietarse, irritarse o inflamarse. Esto mismo sucede cuando nos bañamos con agua muy caliente.
El rostro y las manos son las partes más afectadas, por ser las más expuestas a los factores externos que causan los daños. Un ejemplo de ellos, son los cambios climáticos, el uso de cosméticos y la depilación.
Nuestra piel cuenta con una barrera de protección llamada manto ácido, una capa constituida por grasa y agua, con un pH ideal de 5.5, un grado de acidez que evita la entrada de bacterias, virus y hongos a la piel. Si esta acidez se afecta con el frío, por ejemplo, aumentará la sensibilidad y la predisposición a padecer varios grados de irritación.
Para proteger la piel seca, lo ideal es usar productos que ayuden a restaurar los niveles de agua y grasa, que contribuyan a desinflamarla y que le proporcionen el nivel de acidez que necesita. Algunos hábitos que ayudarán a mantenerla en buenas condiciones son:
* Disminuir el tiempo de baño.
* Bañarnos con agua tibia, no caliente.
* Evitar productos con alcohol, justo después del baño, pues la piel continúa húmeda.
* Hidratar la piel de las manos y usar productos específicos para el rostro.