Sexo de riesgo
¿Cuántas cosas somos capaces de hacer en nombre del amor? ¿Cuántas veces nos convencemos de que amamos a alguien para justificar nuestras decisiones y actos?
Especialmente cuando somos adolescentes, creemos que un novio celoso y controlador es uno que nos quiere y se preocupa por nosotras, que amar a alguien es estar siempre presente al grado de llegar a anular nuestros deseos y necesidades, o estamos dispuestas a correr cualquier riesgo para demostrarle al otro que confiamos en él y lo amamos. Parece que si no fuera incondicional no sería amor y, lo peor, muchas veces sentimos que si el ser amado no está al lado de nosotras entonces perdemos valor.
Y es que recibimos de manera directa e indirecta -de nuestros pares, de lo que vemos y oímos a nuestro alrededor y de lo que nos presentan los medios de comunicación- mensajes que con frecuencia nos dicen que si somos mujeres nuestra felicidad y autoestima depende de la aceptación y afecto del otro, que cuando amamos somos tan entregadas que llegamos a poner nuestro bienestar en segundo plano.
Decía una experta en estudios de VIH y mujeres que “a veces nos meten tanto la idea del amor perfecto y romántico correspondido, que no vemos cuando no es cierto”, queremos creer que así es y confiamos ciegamente. La idealización es tan fuerte que no crees que a ti te pueda suceder.
Por otro lado, aprendemos que el inicio de la vida sexual debe ser con amor, punto que efectivamente sería importante, pero el problema es que las encuestas dicen que la mayoría de los jóvenes tienen su primera relación sexual más bien por curiosidad y que, además, es poco común que esa primera vez se protejan. ¿Por qué no lo hacen?
Razones hay muchas, pero quizá las principales son: 1) porque no lo tenían planeado y porque no hablan antes del tema y, 2) porque plantearle a la pareja que se quieren tener relaciones sexuales deja abierta la puerta al rechazo, lo que despierta el miedo a “¿qué va a pensar de mi?”, además de que decirlo abiertamente sería reconocer el propio deseo y, con ello, habría que hacerse responsable de la decisión que está por tomarse.
Estos dos factores aumentan las posibilidades de tener relaciones sexuales de riesgo, sin siquiera buscar prevenirlo.
El caso de los hombres es la contraparte. Sí, los estereotipos de género nos ponen a ambos en mayor riesgo de tener relaciones sexuales sin protección y por ende aumentan las posibilidades de infecciones de transmisión sexual. Si se es muy hombre hay que creer realmente que “a uno no le va a pasar” y que la valentía inmuniza, así como dejar en manos de las mujeres el uso de los anticonceptivos. Y si es mujer, hay que demostrar que se está enamorada y por lo tanto confiar y “entregarse” a un hombre, no por deseo sexual y las conscientes ganas de hacerlo con la persona a la que se quiere, sino simple y llanamente por amor y tomar precauciones podría poner ese último punto en duda.
Pero supongo que estarás de acuerdo conmigo en que cuando uno realmente ama no es necesario ponerse en riesgo. Así, el amor (a ninguna edad) debería ser incompatible con el uso del condón. Es más, hasta podría ser una muestra de amor en sí misma.
Creo que valdría la pena que desde pequeñas aprendiéramos otras maneras de expresar y recibir amor que contemplaran el bienestar de ambos en la pareja. Que nos quedara más claro que se puede amar y tomar en cuenta la propia salud y bienestar; y en lugar de ponernos en riesgo como algunas veces sucede, los mensajes recibidos y la idea que nos hacemos de nosotras mismas nos ayudaran justamente a prevenirlos.
Helen Fisher, antropóloga experta en la evolución, expresión y química del amor, afirma que el amor romántico es prácticamente universal. En un estudio realizado entre 166 culturas distintas, se encontraron evidencias de su existencia en 147 de ellas.
El amor ciega y nos lleva a realizar un sinnúmero de conductas, hagamos que una de ellas sea prevenir riesgos.
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