Cuando escuchas recomendaciones sobre cómo prevenir la obesidad y el sobrepeso, el mensaje pasa casi, casi inadvertido o, si acaso, reflexionas un momento, pero enseguida pierdes la atención y pasas a otras cosas más apremiantes. ¿Será que la gente no quiere saber nada sobre enfermedades, ni siquiera cómo prevenirlas?
¿No ha sido suficiente información el dar a conocer que la obesidad es una enfermedad que reduce la expectativa de vida y puede ocasionar discapacidad permanente?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define a la obesidad como el exceso de grasa corporal que pone al individuo en una situación de riesgo para la salud.
Y aunque es considerado como un problema social, más que biológico, ni las campañas que se han realizado en los últimos años ni los llamados de alerta han movido a la acción a las familias mexicanas.
Recientemente acudí al primer “Simposio para Medios sobre Atención a la Obesidad en México”, un evento en el que representantes de medios de comunicación se reunieron con profesionales de la salud especializados en la atención de la obesidad y el sobrepeso.
A través de diferentes exposiciones, los ponentes presentaron datos, cifras y aspectos relacionados con el tratamiento integral de estos padecimientos, desde un enfoque terapéutico y preventivo.
El sobrepeso y la obesidad, se consideran ya una pandemia debido a las millones de personas afectadas en todo el mundo; son generadoras de complicaciones como el síndrome metabólico, hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, insuficiencia renal, Gota, complicaciones ginecológicas en las mujeres, entre otras.
México, ocupa el primer lugar mundial en sobrepeso y obesidad infantil, y el segundo en población adulta; de continuar así, en un futuro cercano estaremos viendo a las primeras generaciones de jóvenes con padecimientos como estos, que antes afectaban solamente a gente de mayor edad.
Fue a mitad de la década de los 80, cuando la obesidad se empezó a ‘disparar’, debido, entre otras causas, a los nuevos hábitos de alimentación y la inclusión de la comida rápida, “fast food”, en nuestra dieta. Esto incluye alimentos ricos en grasa y densamente energéticos, (ácidos grasos trans); consumo elevado de refrescos y jugos, (bebidas carbonatadas); porciones extra-grandes; consumo de alimentos preparados fuera de casa, etcétera.
Dejamos de consumir alimentos ricos en fibra y optamos por la comida con alto valor calórico y con pocos nutrientes.
Con este tipo de comida llegaron diversos establecimientos que rápidamente se fueron posicionando en el gusto de la gente, creando un nuevo estilo de consumo, que años más tarde nos colocaría como una población de obesos, 43% de adultos en México.
El 35% de los y las adolescentes mexicanos entre los 12 y 19 años presentan obesidad o sobrepeso: 1 de cada 5 tiene obesidad, y 1 de cada 10 presenta sobrepeso, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012.
Para tener una idea aproximada de qué tanto contribuyen estos alimentos en el aumento de nuestro peso corporal, especialistas en nutrición nos dan el siguiente ejemplo: los mexicanos consumimos, en promedio, 160 litros de refresco anualmente, al tomar 1 vaso de refresco al día (240 ml.), estaríamos aumentando unos 3 kilos por año.
La realidad es que la obesidad es una enfermedad crónica multifactorial que disminuye la esperanza de vida en un promedio de 7 años, y si la persona obesa tiene además el hábito del tabaquismo, se reduce 14 años.
Es necesario que las personas con obesidad o sobrepeso acudan con un profesional de la salud para que reciban un buen diagnóstico y los tratamientos más adecuados, ya que cada caso es particular.
Cuando hay una subida de peso puede deberse a múltiples causas y éstas impactan en diferente grado. Por medio de estudios clínicos se determinará si la persona sólo tiene sobrepeso o cuál de los tres grados de obesidad presenta: obeso, obeso severo, obeso mórbido.
Un punto muy interesante que se abordó en el Simposio, fue el que se refiere a los factores psicológicos, en donde el psiquiatría Wascar Verduzco, especificó la relación que existe entre obesidad y ciertas psicopatologías como ansiedad y depresión.
Explicó que como consecuencia al estrés que se genera al no estar pudiendo enfrentar y resolver los problemas de la vida diaria, algunas personas presentan conductas que se han asociado con determinados trastornos de personalidad. Agregó que al menos el 60 % de las personas obesas expuestas a estrés psicológico con rasgos de personalidad inmadura presentan un trastorno llamado hiperfagia, que se refiere a comer mucho, y se da como una respuesta des-adaptativa a la ansiedad.
Un aspecto interesante que nos comentó el especialista y puede ayudarnos a aclarar el porqué la obesidad está relacionada con los estados de ánimo, indica que cuando tenemos mucha ansiedad, nuestro organismo genera una hormona que se llama Cortisol, la cual es la causante del estrés, cuando éste es demasiado entramos en una fase de depresión, misma que ocasiona una enorme apetencia por los carbohidratos. Es decir, apetito o antojo continuo por los alimentos que más engordan. Es por ello necesario conocer la personalidad de cada paciente, para ir más allá de “sólo” reducir de peso y tallas, puntualizó el especialista.
Además del tratamiento médico y psicológico, la parte nutricional es decisiva para el éxito en la reducción de peso. La apuesta es abordar a la obesidad y sobrepeso de una manera integral: cambiar los hábitos diarios en la medida de las posibilidades de cada persona; alimentación balanceada, actividad física, manejo adecuado de las emociones y, en casos de obesidad mórbida, toma de medicamentos.
Un buen comienzo es incluir alimentos ricos en fibra, principalmente de tipo soluble, frutas como la guayaba, pera, manzana, naranja o la papaya, la contienen; las leguminosas son muy buena opción ya que ayuda a las personas con sobrepeso y obesidad a saciarse en menos tiempo, retarda el vaciamiento gástrico y disminuye la sensación de apetito.
Los especialistas también recomiendan consumir carnes magras y quitar todos los excesos de grasa visible antes de su consumo, así como la piel en el caso del pollo, y la grasa flotante de los caldos.
En el caso de los alimentos enlatados como el atún, es más conveniente consumir el de agua y, en el caso del huevo, comerlo sin la yema debido a que ésta contiene mucho colesterol.
También sugieren bajarle al consumo de carnes procesadas y embutidos como el jamón, longaniza, chorizo, mortadela, salchicha, salami, etcétera, ya que tienen alto contenido de grasas saturadas y sodio. Nos dicen que mejor optemos por lácteos descremados; leche de vaca o soya y yogur bajos en grasa, queso panela, queso fresco, Ricota, cottage o canasto y requesón.
Los expertos en nutrición nos alertan que al momento de preparar los alimentos no es necesario utilizar grandes cantidades de aceite, y que mejor optemos por hornearlos, asarlos o hervirlos en vez de freírlos, capearlos o empanizarlos.
Otra buena idea es preparar los frijoles y el arroz sin manteca, tocino u otros embutidos con alto contenido en grasa y preparar las ensaladas con vinagre, limón o aderezos bajos en grasa.
Es un hecho que con la ayuda de un especialista se puede lograr la reducción de peso. Pero hay que cerciorarse de no caer con charlatanes que ofrecen productos milagrosos que prometen bajar de peso en una semana sin ningún esfuerzo o cambio de hábitos saludables.
Hay medicamentos que se utilizan cuando hay problemas de peso, pero generalmente, se prescriben en personas con índices de obesidad muy elevados o cuando la dieta, ejercicio y manejo del comportamiento respecto a los hábitos alimentarios han fracasado o han sido insuficientes. Estos medicamentos se les conoce como anorexigénicos que quitan el hambre pero requieren de prescripción médica.
Todos provocan en mayor o menor grado, efectos adversos como insomnio, nerviosismo e irritabilidad, sin ser anfetaminas, por eso los fármacos deben ser prescritos estrictamente por profesionales de la salud. En los tratamientos antiobesidad no deban utilizarse las anfetaminas, ya que el riesgo de adicción es alto.
Los asistentes al Primer Simposio para Medios sobre Atención a la Obesidad en México, organizado por la Academia Mexicana para el Estudio de la Obesidad (AMEO) y la farmacéutica Medix, coincidieron en la necesidad de tratar multidisciplinariamente el sobrepeso y la obesidad, así como abordarlo desde la perspectiva clínica, psicológica, social y personal. Los expertos piensan que dejar fuera a uno de estos elementos o restarle importancia puede ser la diferencia entre un intento fallido o lograr una mejor calidad de vida con un efecto duradero.