Se dice que los celos se parecen a la envidia, pero diversos autores coinciden en que hay una gran diferencia: mientras que la envidia se refiere a algo que uno quiere y no tiene, los celos se refieren a algo que uno tiene o cree tener y no quiere perder.
Los celos son un conjunto de sensaciones, sentimientos e ideas que expresan el temor por la posible pérdida (real o fantaseada) de alguien o de su afecto. Los celos por excelencia son los celos sexuales o de pareja.
Son tan frecuentes que erróneamente se les considera “naturales”; incluso se afirma que están ligados al amor. Esto no es cierto, ya que hay personas que aman y no celan y personas que celan y no aman. Existen pueblos y culturas en donde no se conocen los celos. Parece ser que los celos se derivan del sentido de propiedad que se le da a una vinculación afectiva; es decir, si alguien se considera dueño de otra persona, se supone que posee una patente de exclusividad. De ahí el temor a la pérdida.
Los celos están tan extendidos que no es posible afirmar, como se asevera desde el lugar común, que sólo son propios de personas inseguras o con baja autoestima; más bien corresponden a una construcción cultural, en algunos casos reforzados por relaciones interpersonales dependientes o codependientes.
Los celos patológicos no son los más comunes. Sin embargo, existen celos que podrían ser considerados “enfermizos” en personas con rasgos obsesivo compulsivos, paranoides o con altos niveles de inseguridad. Las manifestaciones de celotipia, son entre otras: gran ansiedad, fantasías de infidelidad, actitudes inquisitoriales y de búsqueda de “pruebas” de una relación extra pareja, generalmente con gran hostilidad y angustia.
Como ya se dijo, parece que la construcción de los celos es de tipo social: se ha institucionalizado la idea de que si alguien tiene una pareja, ésta le pertenece en su cuerpo y en sus sentimientos, por lo que implícitamente se trata de una relación exclusiva. Pese a ello, no hay pruebas biológicas o antropológicas de que los seres humanos seamos “naturalmente monógamos”.
Un psicologismo simplista tacha de “inseguras” a las personas celosas. Por supuesto que alguien que experimenta celos está inseguro (a) de su pareja, pero esto no representa necesariamente parte de la estructura de la personalidad, sino una consecuencia de la consolidación de los celos como “lo que debe ser”. Recordar que también se ha afirmado que el que no cela, no ama, patologizando también automáticamente a los no celosos y no celosas, que también existen.
La persona con celos recurrentes, frecuentemente duda de la fidelidad de su pareja y de su propia competencia personal, pues subsiste la idea: “prefiere a otro(a) que a mí”.
En los casos más comunes (curiosamente considerados “celos normales”) son episodios intermitentes y de mediana intensidad. En los casos graves o patológicos, son más continuos, muy intensos y generan mayor conflicto.
No son raras las fantasías catastróficas.
Un efecto de los celos que deteriora considerablemente la dinámica de relación de pareja es la alteración de la vida cotidiana, que genera actitudes de vigilancia y de control del celoso (a) sobre la persona celada, produciendo discusiones acres y acentuando los demás problemas que suelen acompañar todo vínculo de pareja.
La persona celada, por su parte, vive con ansiedad, angustia, en ocasiones dudando de su propia conducta; es decir, se pueden experimentar sentimientos de culpa: “¿Qué hice yo para provocar los celos de mi pareja?” También ocurre en quien es sujeto de los celos, que “pase a la ofensiva”.
Suele haber enojo recurrente ante una imputación injusta. Algunas personas que son celadas se sientes vigiladas, fiscalizadas y bajo un control que reprime su libertad.
Generalmente el celoso (a) hace reclamos, explota con cólera y vive tan ansioso que casi nunca está tranquilo(a).
A menudo hay pleitos, agresiones físicas y verbales que van llevando al deterioro creciente y paulatino de la relación.
Desde mi experiencia terapéutica, creo que los celos no se eliminan ni pueden ser “exorcizados”. Lo que sí se puede hacer es aprender a aceptarlos, manejarlos e impedir que resulten destructivos. En este sentido resultan útiles los talleres, lecturas y procesos de terapia.
Creo que es importante “despatologizar” los celos: quitarle la carga enfermiza, pues no favorece nada y sí perjudica. Me parece que hay que poner el énfasis en los aspectos sociales y culturales de los celos, insistir en que no se relacionan necesariamente con el amor, sino más bien con el sentido de posesión y en que trabajando intensamente, se pueden atemperar y manejar para propiciar relaciones constructivas.
Por último, los acuerdos explícitos acerca del compromiso de preservar o no la monogamia en la pareja y la congruencia al llevarlos al cabo, serán utilísimos para fomentar la comunicación, la confianza y el afecto.