Una fobia se define como un miedo irracional e incontrolable hacia algo o alguien. El miedo es un sentimiento común en todos los seres humanos, todos tenemos miedo a algo; desde el miedo a las arañas hasta el temor a morir. Sin embargo, no es lo mismo un miedo a una fobia.
En el caso de una fobia, la persona reconoce que el temor es irracional o exagerado, se paraliza y siente terror, evitando, a toda costa, enfrentarse a lo temido. Esto puede afectar mucho su vida cotidiana, sus relaciones sociales y afectivas, y su trabajo. Por ejemplo, alguien que padece una claustrofobia (miedo a los espacios cerrados) puede subir 25 pisos por las escaleras para no usar el elevador; alguien más dejará de visitar amigos y familiares por temor a salir a la calle, como es el caso de la agorafobia (miedo a los espacios abiertos).
Las fobias son un trastorno bastante común y frecuente, se calcula que el 5% de la población mundial padece alguna fobia en cierto momento de su vida y, ocurre más en mujeres, que en hombres. Pero ¿qué las producen?, ¿estoy en riesgo de contraer una fobia?
Se han realizado una gran cantidad de estudios acerca de si existe o no un factor genético, ya que muchas personas que desarrollan una fobia tienen algún familiar que también sufre de ello. Sin embargo, aún no se sabe si esto se da por herencia, por haberlo aprendido o, más bien, por haberse identificado con este ser querido. Por otro lado, sabemos que para que este sentimiento se convierta en fobia, deben de existir también factores internos.
Aparentemente, las fobias son muy distintas unas de otras, pero comparten algo más que el terror intenso, ya que la persona deposita fuera de sí misma un temor que, en realidad, es interno. Es decir, la persona ‘desplaza’ este miedo, que la coloca en esa situación concreta, ya sea persona o cosa tan temida, como una manera de defenderse contra este sentimiento.
Podemos contraer una fobia prácticamente en cualquier momento de la vida. En algunos casos aparecen tras una experiencia traumática; es entonces cuando la persona ‘asocia’ esta situación con el elemento temido.
En ocasiones, esta asociación es simple, pero en otras es indirecta y, por lo tanto, es aún más incomprensible. Esto ocurre cuando la fobia puede estar relacionada a eventos como el divorcio de los padres o la pérdida de un ser querido.
La fobia constituye un elemento simbólico, es decir, no es casual que una persona desarrolle uno u otro miedo. Muchas veces este significado es inconsciente y, por lo tanto, desconocido para la persona.
Existen distintos tratamientos para tratar una fobia. Son muy comunes las terapias llamadas de “desensibilización sistemática” que buscan acercar a la persona poco a poco al elemento temido.
Estas terapias suelen ser eficaces porque la persona logra volver a hacer todas esas cosas que evitaba. Sin embargo, lo único que desaparece es lo visible, la fobia como tal; la angustia sigue ahí y es por eso que comúnmente vuelve a aparecer con una forma distinta, es decir, con otra fobia.
Por ello es muy importante encontrar un tratamiento más profundo, con el fin de buscar no sólo erradicar o disminuir la fobia, sino encontrar sus orígenes y los factores que la generan, para lograr liberarse de ellas.
Algunas de las fobias más comunes
Aracnofobia: miedo a las arañas.
Claustrofobia: miedo a los espacios cerrados.
Glosofobia: miedo a hablar en público.
Acrofobia: miedo a las alturas.
Misofobia: miedo a los gérmenes.
Fobia a los animales: zoofobia
Cinofobia: miedo a los perros.
Entomofobia: miedo a los insectos.
Gelofobia: miedo a los gatos.
Ofidiofobia: miedo a las serpientes.
Muridofobia: miedo a los ratones.
Aigmofobia: miedo a objetos puntiagudos.
Brontofobia: miedo a los truenos.
Criptofobia: miedo a espacios pequeños.
Neofobia: miedo a lo nuevo.
Nictalofobia: miedo a la noche.
Tanatofobia: miedo a la muerte.
Nosofobia: temor a las enfermedades.
Algofobia: miedo al dolor.
Cardiopatofobia: miedo a los infartos.
Fobofobia: miedo a la angustia.
Hematofobia: miedo a la sangre.
Traumatofobia: miedo a los accidentes.