Cámaras hiperbáricas

Hablar de “terapia hiperbárica” puede sonar para muchos completamente ajeno. No lo es en realidad.

Sin oxígeno, no hay vida. Y la medicina hiperbárica es justamente la responsable de suministrar oxígeno puro al cuerpo en busca de la cura de enfermedades.

Una terapia avalada por la Food & Drugs Administration en EEUU, y por la Secretaría de Salud en nuestro caso, como aliada en el tratamiento de diabetes, gangrena, intoxicación por cianuro o monóxido de carbono, Alzheimer, electrocución, esclerosis múltiple, sordera súbita, trombosis, problemas de circulación, anemia aguda por hemorragia y lupus.

No es poco.

¿Qué hace exactamente y cómo nace?

La terapia hiperbárica no es ninguna advenediza. Su creador fue el francés Paul Bert, quien en 1870 y tras varias décadas de investigación, consiguió probar (a unos años de su muerte) que el oxígeno era tóxico para el cuerpo cuando se sometía a una presión atmosférica intensa al sistema nervioso central.

Dicho con simplicidad, descubrió porqué con frecuencia los buzos de finales del siglo XIX experimentaban convulsiones luego de pasar periodos prolongados de actividad submarina.

A partir de entonces, se fijó como reto documentar los efectos que el oxígeno generaba en el cuerpo a distintos niveles de presión atmosférica. Y para ello decidió inventar una especie de “escafandra”, es decir, un traje capaz de albergar a un ser humano pero habilitado con un aparato de regulador de presión.

Sin saberlo, Bert había dado los pasos necesarios para crear el primer traje espacial aunque no era su meta.

La medicina hiperbárica siguió su curso tras su muerte y probó sus efectos curativos para múltiples enfermedades. El oxígeno puro administrado de forma intermitente en un entorno presurizado a voluntad es un potente fármaco que, según la ciencia, carece de efectos secundarios.

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Las cámaras hiperbáricas actuales recrean de forma artificial un ambiente semejante al que experimentaría el cuerpo al descender de forma moderada (10, 15, 25 metros) por debajo del nivel del mar, creando con ello las condiciones óptimas para una asimilación potente del oxígeno que el cuerpo inhala.

Durante la terapia, el cuerpo absorbe dicho oxígeno por cada milímetro de la piel (por ósmosis) y no sólo a través de la ruta tradicional que siguen la nariz y los pulmones rumbo a la sangre. Sus efectos suelen ser casi inmediatos.

Y las cámaras hiperbáricas se conocen también –y cada vez más- por ser una fuente de“eterna juventud”, ya que son capaces de frenar el proceso de envejecimiento de la piel. Un punto más a favor, pero no su aportación más importante.

Es importante conocer también que la terapia hiperbárica está contraindicada en casos de epilepsia, problemas de pleura y, sin duda, claustrofobia. Tampoco es buena aliada para quien sigue un proceso de quimioterapia y consume doxorrubicina.

En México hay al menos 150 cámaras en funcionamiento a lo largo y ancho del país. El precio de una sesión de 50 minutos suele ir de los 450 a 700 pesos, lo que no la hace accesible a todos los bolsillos. Pero la ciencia avanza a pasos agigantados y volverá cada vez más asequible al hombre el encuentro con el oxígeno, en busca de una vida mejor.

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