Niños y niñas ¿se educan igual?

La educación de mamá y papá de manera estereotipada limita la expresión espontánea de sus hijos e hijas. Imagen: Depositphotos.

La educación de mamá y papá de manera estereotipada limita la expresión espontánea de sus hijos e hijas.

En nuestra cultura, los estereotipos han marcado la forma en la cual hombres y mujeres desempeñan sus roles sociales: “Nuestra sociedad tiende a educar a la mujer para atender la casa, ser buena esposa y, sobre todo, ser buena madre. Al hombre se le orienta para integrarse a la competencia laboral, se engrandece su virilidad y se le reprime la expresión de sus emociones”, explica Vicenta Hernández, psicóloga especialista en educación.

Nuestra sociedad tiende a educar a la mujer para atender la casa, ser buena esposa y, sobre todo, ser buena madre. Al hombre se le orienta para integrarse a la competencia laboral, se engrandece su virilidad y se le reprime la expresión de sus emociones.

Por lo tanto, hemos asimilado la creencia de que el sexo de una persona determina la forma en la cual debe comportarse en la sociedad, manejar sus relaciones afectivas, e interpretar lo que significa el amor, el respeto o la comunicación.

La psicóloga piensa que “la educación de mamá y papá de manera estereotipada limita la expresión espontánea de sus hijos e hijas, imponiendo modelos donde el hombre debe mantener una imagen de fortaleza, independencia y agresividad y la mujer debe ser pasiva, ejemplo de ternura, comprensión, romanticismo, delicadeza y dependencia.”

Hoy en día, por ejemplo, las mujeres demandan ser vistas sin discriminación en el ámbito laboral y los varones se abren cada vez más a compartir el cuidado de los hijos. “Los hijos aprenderán lo que es la equidad si la ven en la casa y la experimentan.

Si hay expresiones de afecto en el hogar tenderán a darlo en los ambientes donde se desenvuelvan. Si hay valor de justicia en su hogar, donde es válida la opinión de todos y se habla para llegar a acuerdos y éstos se respetan, el niño lo aprende y lo reproduce”, menciona por su parte el educador sexual Alberto Esquivel, especialista en comunicación afectiva.

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Él explica que para reproducir los valores primero hay que vivirlos: “Los valores no se enseñan, se viven. Son expresión de vida”. Y como ejemplo expone: “La forma en que el papá trata a la mamá y como el niño ve que son las cargas de actividades dentro de casa, es un ejemplo inculcado de la manera en que deberá comportarse con las demás mujeres y cómo debe tratarlas.

Enseñar a amar a un niño o a una niña no debe tener diferencia si nos damos cuenta de que al final, lo que debemos enseñar es el amor a nosotros mismos, al prójimo, a la vida y al mundo que nos rodea.

Por su parte, las niñas aprenderán cómo deben tratarlas los varones y lo que ellos deben aportar en las actividades hogareñas. Si el papá no coopera con la madre y además cuando ella expresa sus emociones, la reprime, los niños y niñas aprenderán a reprimir más que a dialogar, pero si ven afecto entre ambos padres y hacia ellos y lo viven como una experiencia en su vida diaria, lo reproducirán y tenderán a hacerlo suyo”.

Enseñar a amar a un niño o a una niña no debe tener diferencia si nos damos cuenta de que al final, lo que debemos enseñar es el amor a nosotros mismos, al prójimo, a la vida y al mundo que nos rodea.

Aprender a respetar a los demás, independientemente de su sexo, siendo justos con nosotros y los otros o dar preferencia al diálogo sobre la imposición, es lo que hará que nuestros hijos, independientemente de ser hombres o mujeres, desarrollen convivencias sociales más sanas y equitativas; por lo tanto serán personas con seguridad y una autoestima elevada.

En el primer año de vida, el niño empieza a tener una apreciación de cómo se manejan los adultos a su alrededor y experimenta la congruencia del manejo de las emociones. Si el papá no recrimina a la mamá por llorar y hasta comparte esta emoción, el niño verá que llorar no tiene nada de malo y valida sus emociones. Hay que recordar siempre que lo más importante que tenemos es lo que sentimos, pero hay que aprender a canalizar y a manejar estas emociones, puntualiza el especialista.

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Las emociones tienen la misma raíz y todos las sentimos igual, enseñar a nuestros hijos a vivir y experimentar los valores de manera equitativa, les dará seguridad y estructura para la vida. En la medida en que eduquemos con equidad, lograremos que en nuestras familias, escuelas y en nuestra sociedad, exista menos violencia.

Colaboración de Fundación Teletón México para Plenilunia.
“La autoestima es la fuerza de tu voz”
Bojorge[arroba]teleton[punto]org[punto]mx

 

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Redacción, Plenilunia Sociedad Civil Fundada en el año de 2004, Plenilunia es una Sociedad Civil cuyo objetivo es fomentar el bienestar y la salud integral de la mujer.

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