Adicción a Internet

El desarrollo de la humanidad se ha sustentado en la optimización de las circunstancias en las que el hombre vive, en una adaptación tanto del medio que le rodea como de él mismo, para el logro de un mayor bienestar.

Este desarrollo ha producido diversas herramientas a lo largo de la prehistoria y de la historia. Una de esas herramientas ha sido el Internet, una red de comunicación interconectada cuyos inicios datan desde la década de los sesentas. Sin embargo, hoy en día, el Internet se ha convertido en una herramienta indispensable en diversas áreas: personal, laboral, escolar y hasta social, pues prácticamente aquél que no se encuentra “conectado” está “desconectado de todo”.

Pero ¿en qué momento el uso de este recurso se convierte en abuso o, incluso, en una adicción? Para ello me parece necesario platicar acerca de las definiciones de todas estas circunstancias. Desde el punto de vista psicoanalítico, podríamos decir que el uso adecuado del él sería aquél en el que el usuario lo lleva a cabo con una finalidad específica: Hacer una investigación, comunicarse con alguien específicamente o enviar un correo electrónico. El abuso del internet, por su parte, sería aquél en que se navega por la red sin ningún motivo aparente, sin llegar a representar algo patológico.

El Consejo Nacional Contra las Adicciones define adicción como el “Estado psicofísico causado por la interacción de un organismo vivo con un fármaco, alcohol, tabaco o droga, caracterizado por una modificación del comportamiento y otras reacciones que comprenden siempre un impulso irreprimible por hacer uso de dicha sustancia en forma continua o periódica, a fin de experimentar sus efectos psíquicos y a veces para evitar el malestar producido por la privación”.

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Esta definición podría dificultar el esclarecimiento acerca de si el uso de Internet puede causar o no una adicción, en la medida en que no se trata de una sustancia específica. Sin embargo, podemos considerar a éste como una adicción en base a que puede llegar a causar los mismos efectos emocionales que causa una droga cuando se presenta el síndrome de abstinencia, como la ansiedad, irritabilidad, enojo o depresión, según sea el caso.

Otro motivo por el cual puede llegar a ser considerado una adicción, está relacionado con el hecho de que causa la misma enajenación que cualquier otra droga; cuando la persona adicta al internet “se conecta” con la red el mundo externo deja de tener relevancia.

Por esta razón, este tipo de uso deviene en patológico, ya que el individuo eventualmente comienza a tener dificultades en distintas áreas de su vida como la laboral, interpersonal, familiar, de pareja, escolar, etc.

Asimismo, me parece relevante resaltar que otro ámbito en el que esta adicción hace mella es en la salud física, esto debido a que el adicto suele pasar mucho tiempo en una misma posición, hecho que perjudica la constitución musculo esquelética; además de dejar de comer e, incluso, de dormir.

En la adicción al internet, como cualquier otra adicción, el sujeto no está consciente del daño que se está haciendo ni de la disfuncionalidad que ésta provoca; hace este uso exacerbado de la red porque le es placentero.

¿Cómo saber si somos o no adictos al internet? Esta es una respuesta difícil de contestar, porque fácilmente podríamos argumentar que “Nos conectamos todo el día por cuestiones de trabajo”, entre otras cosas. Algunos indicadores para poder detectar una adicción al Internet pueden ser:

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– Estar intranquilo cuando pasan más de 48 horas sin entrar a la red.

– Imposibilidad de socializar mediante otros medios que no sean los puramente electrónicos.

– Cuando la gente le dice continuamente que tiene un “problema con respecto al internet”.

– Deterioro de diversas áreas personales.

Es muy importante que si el mismo individuo o su familia detecta un problema de esta clase, sea abordado de manera eficiente, ya que se trata de toda una problemática interna relevante, por lo que sería importante que busquen ayuda de un especialista.

Hoy en día la investigación acerca de ésta y muchas otras “ciberpatologías” se encuentran tan avanzadas que los tratamientos son mucho más eficaces, profundos y empáticos que antaño.




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