MENSTRUACIÓN y RELACIONES SEXUALES

Por distintos prejuicios e ideas erróneas, el llamado “sangrado menstrual” tradicionalmente ha sido considerado como sucio, impuro y contaminante. De hecho, algunos textos bíblicos vinculan el despeñe catamenial (menstruación) con la inmundicia. Por ejemplo, en el Levítico puede leerse: “la mujer, cuando tenga la menstruación, quedará inmunda (sucia) durante 7 días. El que la toque quedará impuro hasta la tarde. El lugar donde se acueste o se siente mientras está inmunda, quedará impuro. El que toque su casa, lavará sus vestiduras, se bañará y quedará impuro hasta la tarde. Si ella está sobre el asiento o la cama, el que la toque quedará impuro hasta la tarde. Si un hombre se acuesta con ella, le pasará también a él la inmundicia; quedará impuro durante 7 días y la cama que use quedará impura”.

La parte de la comunidad judía que práctica la ortodoxia religiosa siguen la tradición de la nid-dáh (impureza menstrual), la cual supone una estricta prohibición coital durante ese período. Aun en la actualidad, también hay personas de distintas religiones (islámicas, católicas, protestantes, etc.) e incluso no religiosas, agnósticas o no creyentes, que sin practicar precepto religioso alguno, se abstienen de relaciones sexuales con penetración vaginal durante el período menstrual.

Algunos analistas afirman que el origen del tabú sexual durante el desprendimiento del endometrio, corresponde más a una política pronatalista que a una fobia o aversión a la sangre y a los desechos celulares de un revestimiento uterino que en esa etapa no anidará algún huevo fecundado. Aquella política pública convertida en mandato religioso fue importante y válida en aquel entonces para el pueblo hebreo. Habría que reflexionar si todavía tiene vigencia y pertinencia aquí y ahora. Como quiera que sea, las diferentes religiosidades y el ateísmo, merecen respeto, si bien resulta de interés reflexionar en la base racional o científica de dichos preceptos relacionados con el hecho de menstruar.

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Una de las figuras centrales del catolicismo, San Agustín, consideró en su momento que las relaciones sexuales durante la menstruación no estaban justificadas, pues las oportunidades de concebir (fecundar) eran nulas o muy escasas. Una cita textual del Código Islámico de Sidi Khebil es ejemplo claro de los prejuicios en torno al hecho en cuestión: “aquel que para satisfacer su placer toca (léase: tiene relaciones sexuales) a una mujer durante la menstruación, pierde la fuerza y la tranquilidad del espíritu”.

Desde las ciencias médicas es importante afirmar que la menstruación, o mejor dicho, el contenido menstrual, es estéril y aséptico; es decir, libre de gérmenes nocivos. El hecho de que el líquido seminal arrastre consigo microbios que forman parte de la flora natural de las paredes vaginales y los lleve al entreabierto cuello de la matriz, podría teóricamente generar infecciones, pero en mujeres y hombres sanos, no es algo que suceda. Por lo tanto, no es la menstruación una razón médica que contraindique el coito.

Finalmente, es necesario señalar que muchas mujeres y hombres tienen buenos niveles de deseo sexual durante “la regla” y que, además de no existir inconvenientes clínicos para tener relaciones sexuales, es también un buen motivo para un acercamiento afectivo y erótico con la pareja en una fase del ciclo hormonal en el que, efectivamente, las posibilidades de un embarazo no deseado, son escasas. Más aun: diversas parejas incrementan su impulso sexual cuando no hay el riesgo de reproductividad, ya que liberan el deseo al suprimir sus miedos. Por otro lado, no se ven en la necesidad de programar con agenda y contra su voluntad, sus encuentros eróticos. Por supuesto que el placer sexual no está reñido con la responsabilidad: ¡hay que emplear, en los casos pertinentes, metodología de anticoncepción y de prevención de infecciones sexualmente trasmisibles!

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Si mujeres y hombres eliminaran sus prejuicios en torno a las supuestas nocividad e impureza de la menstruación, su placer erótico tendría más oportunidades de mejorarse.




Escrito por

Médico sexólogo y psicoterapeuta Más información en: www.caleidoscopia.com


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