Soledad

Hoy amanecí con el pelo revuelto y la soledad agarradita del corazón. Mis hijos no están, y mi marido está donde todos los maridos están, es decir, en cualquier lugar de esta ciudad. He pasado ya varias veces por este incómodo momento de sentirme sola entre estas cuatro paredes, en sentir que ya no soy indispensable para los “niños”, porque, ¿saben?, ya no son niños, ya son jóvenes independientes que empiezan con su propia vida; en que nadie se acuerda de mi y, nadie me llama. Sin embargo, ya estoy entrenada y estoy contenta, pues ya sé qué hacer cuando el día me amanece como hoy, ya sé cómo enfrentarlo, es decir, que ya sé que la vida me grita que tengo que estar conmigo porque hay algo que preocupa, y ahí es cuando ella aparece, “la soledad”; ella como sentimiento negativo que me expone a un estado de ánimo que no deseo, entonces, debo de tranquilizarme y escucharla, recibirla en mí como la sabia consejera que es.

Si me siento sola es porque le estoy dando espacio a distractores que me alejan de mi misma y, que quizá, me esté descuidando como mujer y como persona. Por eso hoy agradezco haber entendido que cuando llega la soledad y el sentimiento de abandono, es por que mi yo interno me grita, ¡vuelve, piensa en ti, resuelve, enfrenta! disfrútate, apapáchate, actúa, escucha tu voz interna pero, sobre todas las cosas, sigue conociéndote en esta etapa de tu vida, en que hoy tienes el privilegio de existir, únicamente por el placer de ser mujer y la posibilidad de estar contigo; haz de la soledad “tu mejor compañía”.

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